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El Telégrafo
Aníbal Fernando Bonilla

Unidos

14 de octubre de 2014

La confrontación Rafael Correa-Jaime Nebot Saadi no es nueva. Como afirma Marcelo Villamarín en su libro ¿Economía social de mercado o socialismo del siglo XXI?, las posiciones divergentes de estos dos personajes toman cuerpo en 2007, cuando se discute la convocatoria a la Asamblea Nacional Constituyente con el objetivo de reformular la Carta Magna (2008). El debate planteado entre Correa y Nebot supera las visiones personalistas para anteponer un aspecto medular de la discusión política: las ópticas opuestas entre socialismo y capitalismo, esto es, entre una nueva perspectiva de izquierda y la economía social de mercado anhelada por la derecha. Se expone entonces en la agenda pública dos modelos de desarrollo discordantes entre sí.

Tal como lo advierte el propio Correa, en nuestro país se fragua la ‘restauración conservadora’, que es lo mismo que decir el capitalismo galopante ansioso por recuperar los espacios perdidos de determinados sectores privilegiados de la sociedad, quienes históricamente han usufructuado del poder político, económico y empresarial, a costa de la pauperización y exclusión de las clases populares.

Nebot, al igual que Guillermo Lasso y Mauricio Rodas (expuesto con piel de oveja en la escena mediática), representan a una corriente ideológica plenamente identificada con el neoliberalismo, aunque quieran presentarse remozados, desde la aplicación de neologismos, la estrategia sugerida por el marketing y los tonos conducentes a una ubicación maquillada hacia el centro en el tablero ideológico. Ellos son el fiel reflejo del capitalismo salvaje, en su más crudo montaje. Ni más ni menos.

Lo expuesto es pertinente en el actual momento de concreciones respecto de la valía que posee el Estado en el manejo técnico-administrativo en los niveles: desconcentrado y descentralizado -reacomodo institucional-, de la planificación y de la aplicación de programas y proyectos destinados, entre otros puntos, a reducir la brecha ricos-pobres, a devolver la dignidad humana, a reivindicar la soberanía nacional, a fortalecer vínculos integracionistas (Unasur, Celac, Alba), a recuperar el concepto de solidaridad en el marco de la redistribución de los recursos gubernamentales.  

La Revolución Ciudadana es el ferviente testimonio del anhelo supremo por construir una nación incluyente y de hondo contenido democrático. Las fuerzas sociales y políticas progresistas han tomado una decisión histórica al configurar una alianza con la denominación de Unidos. Efectivamente, son quince agrupaciones y movimientos de carácter nacional y regional (Alianza PAIS, partidos Socialista-Frente Amplio y Comunista, Avanza, Alfaro Vive Carajo, MIR, entre otros), quienes -despojándose de intereses grupales- han hecho público el acuerdo programático alcanzado luego de meses de reflexión interna, superando con ello la articulación meramente electoral.  

Unidos se plantea como un reto para la izquierda moderna ecuatoriana. Sin duda, transitará bajo el liderazgo de Correa y, esencialmente, con el apoyo de la base popular organizada, con el afán de reeditar jornadas trascendentales que permitan reafirmar al socialismo del siglo XXI; ícono esperanzador de nuestra patria grande.

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