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El Telégrafo
Melania Mora Witt

Unidad revolucionaria

04 de octubre de 2014

En estos días Ecuador fue anfitrión de un encuentro de representantes de las fuerzas progresistas de cerca de 20 países. Expresidentes, funcionarios al más alto nivel  de naciones hermanas, dirigentes políticos e intelectuales de izquierda, se dieron cita para intercambiar experiencias y plantear estrategias a fin de hacer frente a la derecha, internacionalmente concertada, para liquidar el trabajo realizado a partir del siglo XXI por los pueblos latinoamericanos.

La cita tuvo amplia acogida de un público entusiasta que colmó los espacios de reunión y que, posteriormente, se congregó en forma abrumadora para repudiar una vez más, el intento de golpe de Estado del 30S de 2010 y afirmar la voluntad de lucha contra un pasado oprobioso que en variadas formas intenta volver.

Es mucho lo que está en juego. Si hablamos por el Ecuador, hay un antes y un después desde el 2007, cuando la Revolución Ciudadana accede al poder, a través del voto mayoritario de sus ciudadanos. Desde entonces se vive una transformación en todos los órdenes. A pesar del corto tiempo transcurrido, son tangibles los cambios. La educación, prioridad del Estado, recibe un alto presupuesto, con el cual se procura la excelencia desde la estimulación temprana hasta la universidad. Se han construido escuelas del milenio en los más apartados rincones; las universidades, después del sacudón inicial, encaminan acertadamente su acción. Los estudiantes gozan de oportunidades jamás vistas, al tener acceso a las mejores universidades del mundo, a base de miles de becas otorgadas. Las instituciones orientadas a estudios científicos, de artes, de formación de docentes y de investigación de la naturaleza, ponen al país entre los más avanzados de Latinoamérica.

Aquello sería suficiente para justificar la acción gubernamental; pero la presencia del Estado es notoria en todos los ámbitos: salud; atención a personas con capacidades especiales -de la cual se copian los programas a nivel internacional-; estímulo a la cinematografía nacional; y, por todas partes, proyectos exitosos de vivienda, de  vías de comunicación que interconectan las regiones de la Patria. Las grandes obras de infraestructura representan un esfuerzo gigantesco para dotar de energía limpia y segura a toda la geografía. Está en construcción el Ecuador del futuro.

La política exterior es motivo de alabanza y orgullo nuestro. Por eso la invitación ecuatoriana tiene acogida en personalidades y países, en una forma no conocida anteriormente. Pero todo lo realizado y lo que está por cumplirse, corre el riesgo de concluir si no se consolida una férrea unidad de las fuerzas progresistas al interior y la solidaridad activa con las de otras latitudes, sobre todo las más cercanas. En el país se han dado golpes contundentes a la hegemonía del capital, y eso afecta intereses poderosos. Buena parte de la gran prensa ejerce diariamente una labor de confusión consciente respecto de las decisiones gubernamentales.  Se impone la consigna: “Revolucionarios del mundo, uníos”.

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