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El Telégrafo

Unidad en la diversidad

08 de diciembre de 2011

El fin de semana pasado presenciamos la constitución de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe (Celac), cónclave que reunió a los jefes de Estado y de Gobierno de 33 países, con una población total de 570 millones de personas. Este organismo se conformó como una respuesta regional, fundamentada en la solidaridad y la cooperación ante la incertidumbre que se cierne en el marco global.

Nuestra región posee las más grandes reservas de recursos naturales estratégicos: agua (30% de los recursos hídricos de todo el planeta), petróleo, gas natural, oro, plata, cobre y una biodiversidad que nos convierte en el pulmón del mundo. No obstante, esa enorme cantidad de riqueza natural no ha sido obstáculo para la dispersión política y la desagregación económica. Desde los albores del movimiento independentista latinoamericano, la integración de nuestra región ha sido una quimera. Los intereses de los países europeos, unidos al afán neocolonialista estadounidense, actuaron siempre contra esta unidad. Nuestro libertador, Simón Bolívar, antes; y Hugo Chávez, hoy, son los dos líderes que mayor esfuerzo han puesto en forjar una “Latinoamérica Grande”. Actualmente, Chávez se erige como líder en esta nueva empresa.

La idea fue suya y cuenta con la voluntad política de todos los gobiernos de la región, impulsada por su inagotable energía y pasión por la unión de nuestra América indígena, mestiza y morena. La Celac  tiene la gran responsabilidad de coordinar y orientar hacia una misma dirección los mecanismos de cohesión subcontinental, como son: Unasur, Mercosur, CAN, Petrocaribe, ALBA, entre otros que, sin proponérselo, han sido la piedra angular sobre la cual se construirá esta nueva entidad.

Entonces, será necesario profundizar en la cooperación, la solidaridad y la implementación de políticas económicas para disminuir las desigualdades sociales internas de cada país, vencer la violencia, el narcotráfico y aprovechar en forma sustentable sus vastos recursos naturales para el desarrollo de nuestros pueblos. Ahora que los Estados Unidos y la Unión Europea pasan por su peor crisis económica, es el momento de crear una nueva arquitectura financiera que se convierta en un motor que provoque el progreso y la estabilidad macroeconómica. Así mismo, debemos aprender que la crisis de Europa aporta una gran lección para que se actúe con prudencia, pues no basta con una política monetaria común cuando, al mismo tiempo, se aplican políticas fiscales diferentes.

Para concluir, debo señalar que estamos en el proceso inicial y creo que todavía el camino estará lleno de piedras. Esta nueva alianza está en construcción y podría ser la plataforma institucional que transforme la presente centuria en el siglo latinoamericano, pero habrá que sentar muy bien sus bases y pilares para edificar un sólido bloque de naciones que nos haga fuertes para enfrentar los grandes desafíos del futuro.

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