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El Telégrafo

Unasur: Sur y Norte

08 de julio de 2013

Lo sucedido con el presidente Evo Morales ha develado las sendas por las que recorre el proyecto político de la UNASUR. Por un lado están quienes consideran que este es un proceso íntegro para que las naciones sudamericanas puedan articularse política, económica y culturalmente en un proyecto regional en un mundo que demanda cada día más pluralismo en las relaciones internacionales, en las relaciones globales. Proyecto político integral para “la emancipación y la unidad sudamericana, honrando el pensamiento de quienes forjaron nuestra independencia y libertad a favor de esa unión y la construcción de un futuro común” como reza el Tratado Constitutivo de la Unión de Naciones Suramericanas.

En esta línea se han inscrito precisamente quienes asistieron rápidamente y de forma solidaria a Bolivia el pasado jueves 4 de junio. Esta posición ha sido fiel a los principios rectores de: “irrestricto respeto a la soberanía, integridad e inviolabilidad territorial de los Estados; autodeterminación de los pueblos; solidaridad, cooperación; paz; democracia (…)” del mismo texto constituyente. Por otro lado, hay otra línea al interior de este proceso integrador constituido por gobiernos ideológicamente inestables que se han sumado al proyecto por no quedar fuera, lo que implica un rezago ideológico del neoliberalismo y de un exceso de centralidad en el modelo de Estado-Nación en una época donde este mecanismo social de unificación ya no es suficiente.

La reacción tardía o de silencio frente a lo sucedido con el avión del presidente boliviano delata que el proceso de integración de la UNASUR aún es frágil y requiere la urgente movilidad política y empoderamiento de las organizaciones sociales de la región, exigiendo a sus gobiernos mayor protagonismo a favor de la autodeterminación y soberanía. El silencio de aquellos gobiernos en este tiempo, que ya no es una simple coyuntura, solo refleja la mentalidad mercantil de pensar solo en acuerdos económicos, alianzas comerciales y venderlo bajo el discurso  de la competitividad y la generación de empleo, cuando la historia demuestra, una y otra vez, que si eso no está atravesado por una conciencia política regional, las bondades terminan en mayores beneficios para las élites y en mayor dependencia estructural.

¿Cómo pensar en una integración industrial- productiva, en un cambio de matriz productiva sin un cambio en la matriz cultural, en la matriz ideológico-política? El pueblo ecuatoriano no solo se enfrenta a los sectores conservadores nacionales, sino al conservadurismo de ciertos países andinos. El gobierno ecuatoriano debe asumir con más fuerza su presencia y liderazgo en región sudamericana; quieran o no muchos sectores de oposición, el país se ha convertido en un jugador regional significativo para alcanzar un grado de integración efectiva e irreversible que nos saque de la miseria, la pobreza pero que se acompañe de un tejido social comprometido con los valores superiores de la humanidad-naturaleza que del capital especulativo, rentista y financiero.

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