Publicidad

Ecuador, 26 de Septiembre de 2024
Ecuador Continental: 12:34
Ecuador Insular: 11:34
El Telégrafo

Una falacia histórica (2)

07 de marzo de 2013

Veamos ahora la falacia de la “libertad electoral” supuestamente reconquistada por Velasco Ibarra en el siglo XX, que parte del falso supuesto de que hubo verdadera libertad electoral en el siglo XIX.

Es verdad que Velasco Ibarra luchaba por la existencia de elecciones libres cuando él estaba de candidato, porque confiaba en su arrastre popular. Pero no es menos cierto que, una vez electo Presidente de la República pateaba el tablero político, buscaba invariablemente proclamarse dictador y arruinaba de este modo la continuidad del sistema electoral.

¿Puede llamarse a eso “reconquista de la libertad electoral”? ¿O estamos ante un mito inventado por el velasquismo para justificarse ante la historia, que luego han repetido algunos escritores, sin pensar en el alcance de sus palabras? Solo en el plano electoral Velasco fue un insigne anarquista que rompió constituciones, desbarató partidos, impulsó el caciquismo provincial y montó empresas electorales de ocasión. Y alguien ha dicho que fue un ventarrón que levantó mucha basura.

Sin duda tuvo méritos como gobernante. Fue un nacionalista fervoroso, un apasionado de las obras públicas y, en ocasiones, hasta un reformador social, como cuando dictó la Ley de Abolición del Trabajo Precario en la Agricultura. Pero de ninguna manera puede ser considerado un campeón de la libertad electoral, entre otras razones por las siguientes:

1º. Tras ser electo Presidente, buscó imponerse como dictador en cuatro ocasiones: 1935, 1946, 1961 y 1970, fracasando en la primera y lográndolo en las tres últimas.

2º. Usó métodos de fuerza para hacerse elegir Presidente por la Asamblea Constituyente de 1946–1947. Entonces, los garroteros enviados por su ministro Carlos Guevara Moreno intimidaron a los diputados conservadores, que planeaban elegir Presidente de la República a Manuel Elicio Flor y los forzaron a votar por Velasco.

3º. Cuando presidió elecciones, usó abiertamente su poder para influir a favor de sus candidatos. Así, en las elecciones presidenciales de 1956 se proclamó enemigo del opositor Frente Democrático Nacional, diciendo: “O el Frente me tritura a mí o yo trituro al Frente”. Así impuso a Ponce Enríquez en la Presidencia, con ayuda del “paquetazo” del cura Armijos en Loja.

Ante estos hechos incontrovertibles, ¿de qué “libertad electoral” hablan los nostálgicos del velasquismo?

Contenido externo patrocinado