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El Telégrafo
Fabrizio Reyes De Luca

“Un verdadero acertijo”

29 de mayo de 2014

Un tratado de libre comercio (TLC) es un pacto comercial vinculante para los países que lo suscriben en lo que se refiere a la concesión de preferencias arancelarias recíprocas y la reducción de barreras no arancelarias a la transferencia de bienes y servicios.

El TLC entre economías desiguales podría alimentar un comercio injusto donde predomine la ley del más fuerte en función de las capacidades tecnológicas, productivas y financieras, pasando por las exclusiones en los canales internacionales de comercialización, perpetuando los desequilibrios.

Entonces, cabe la pregunta: ¿Se deberían reforzar los proyectos regionales de integración en lugar de privilegiar las negociaciones bilaterales bajo la forma de un TLC?

Los países con mayor desarrollo tecnológico y productivo han sido los abanderados del libre comercio y, en función de sus intereses económicos, han auspiciado su propagación y adopción por parte de los demás Estados; pero, paradójicamente, sin renunciar a la implementación de medidas proteccionistas.

El libre comercio expone una ideología sobre la forma de interpretar y regular las relaciones económicas, tanto en el plano nacional como en el ámbito internacional. Se habla de un comercio donde todas las naciones participen en igualdad de condiciones. Las diferencias demográficas, geográficas, culturales y de desarrollo económico entre los países han incidido en las relaciones multilaterales, destacándose también las asimetrías que provocan distorsiones, contrastes y desigualdades en las actividades productivas, comerciales y financieras.

En los centros mundiales de poder económico se iza siempre la bandera del libre comercio, asociándola a la obtención de un desarrollo sostenido, como si esto se plasmara en una relación directa. Y aunque sin el crecimiento de la economía de un país no podrían crearse las condiciones necesarias para impulsar el progreso social, es lógico pensar que se debe tener como base un comercio internacional justo y no excluyente.

A propósito, vienen bien las palabras pronunciadas por el presidente de Uruguay, José Mujica, durante su visita a Estados Unidos, cuando se refería a la dinámica de los tratados de libre comercio que merece ser tomada en cuenta por los que conducen la política comercial en los gobiernos de los países latinoamericanos. Para el mandatario uruguayo, las cuestiones del comercio no son sencillas y destacó que en la actualidad hay un rotundo fracaso del libre comercio, enfatizando que hay más de 350 acuerdos de libre comercio firmados y más de doscientos que están en proceso de negociación, lo que evidencia que “las relaciones comerciales son un verdadero acertijo y no hay ninguna conquista definitiva y eterna”.

La apertura comercial unilateral no basta para impulsar el crecimiento económico y el desarrollo social, pues esta también podría profundizar los niveles de desigualdades que se registran entre las economías de los pueblos que interactúan en el comercio mundial.

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