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El Telégrafo

Un Tercer Concilio Vaticano ya es indispensable

17 de marzo de 2013

América Latina vive un momento muy potente, en particular en el sur de la región: experimenta procesos políticos con ideas creativas y generadoras de cambios reales y profundos, su economía está sana y disminuye la pobreza, la equidad es el eje de la gestión de varios países y propone paradigmas para una nueva época. Y en ese contexto surge un Papa latinoamericano.

 Nada es casual. En las decisiones del Vaticano la geopolítica juega un papel predominante. Por ello no fue casual tampoco que un cardenal polaco, en plena época de crisis del socialismo real en Europa del Este fuese designado Papa.

Claro que Jorge Bergoglio provoca ahora reacciones de diverso tipo en los mismos católicos: unos porque constituiría la figura clave para desatar en el Vaticano un cambio de fondo en su gestión administrativa y financiera, a la vez para desarrollar una política en la conducta de los sacerdotes para sancionar la pedofilia y asegurar que no se repitan esos execrables delitos. Por otro lado están quienes ven en él ese sacerdote “cómplice” de la dictadura militar argentina, la de los 30 mil desaparecidos y de una cifra mayor de torturados. 

Y frente a todo ello, que solo la historia podrá definir o sentenciar, hay otro reto de fondo que está latente desde la misma partida de Juan Pablo II: impulsar un Tercer Concilio Vaticano. No olvidemos que en América Latina, donde tuvo peso y esencia el Concilio Vaticano II, está la mayor población católica del mundo y al mismo tiempo es la tierra donde se revela la mayor desigualdad social. Y precisamente en esta tierra los teólogos de la liberación aportaron más fieles a la iglesia desde posturas revolucionarias, alimentaron el marxismo con sus tesis y aterrizaron por acá postulados liberadores para generar procesos inéditos que costaron vidas a muchos de sus sacerdotes y seguidores.

Varios analistas y especialistas en asuntos teológicos lo vienen planteando desde la misma irrupción de la Teología de Liberación y todo el camino recorrido en las décadas de los setenta, ochenta y noventa. Y en lo fundamental consideran que el mundo católico experimenta cambios y retos como para que la Iglesia y el Papa los asuman desde la perspectiva cristiana, en favor de ecualizar sus postulados con las actuales realidades, sin perder la esencia misionera de la religión católica. Incluso, para recibir los argumentos y aportes de los sectores laicos que creen profundamente en la religiosidad de las sociedades y en el papel fundamental de una iglesia renovadora a favor de cambiar las estructuras opresoras.

Para esos especialistas hay temas que deberían abordarse en un Tercer Concilio, como los siguientes:  la desigualdad económica y social, la opresión racial y de género, los desafíos de un desarrollo sostenible y una nueva comprensión de la sexualidad y de la tecnología reproductiva. La académica brasileña María José Rosado Nunes, quien fundó y dirige en Brasil Católicas por el Derecho a Decidir, ha resumido estos planteamientos y ha sido concluyente: “Construir un nuevo paradigma católico, donde sea posible proponer cambios en torno del celibato, el lugar de las mujeres en la Iglesia y la realización del sacerdocio común de los fieles, o sea que todos los fieles deberían poder acceder al sacerdocio más allá de su sexo u orientación sexual”.

Alrededor de estas ideas y posturas también hay resistencias, como es obvio. Sin embargo, aparecen voces y expresiones que sostienen debates con mucho más sentido y acogida para proponer que sea de iniciativa de un Papa como Francisco una discusión a fondo por parte de la Iglesia Católica para sembrar el terreno cristiano del nuevo siglo que afrontamos con una mejor y mayor compenetración con las realidades que el Concilio Vaticano II no pudo advertir en sus documentos, en el siglo pasado.

Si ese anhelo de reunir a los prelados de todo el mundo en un escenario que genere unos paradigmas absolutamente cristianos, los expertos y los críticos del Vaticano pronostican una mejor relación con el mundo  ecuménico que necesitamos vivir los seres humanos del planeta Tierra. Es obvio que el catolicismo atraviesa una crisis de oportunidades porque han nacido otras religiones, otras se han acentuado en determinadas regiones y el desarrollo de la ciencia y la tecnología pone en duda muchas supuestas certezas que más han servido para la opresión que para la liberación espiritual.

Por ello, la designación de Francisco es una gran oportunidad para este tipo de debates y propuestas porque no se trata de una sucesión tradicional ni tampoco se enmarca en un momento cualquiera. Es la asunción de un Papa en pleno cambio de época, incluso para los católicos.

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