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El Telégrafo

Un pasivo incontable que debe contarse

01 de febrero de 2012

Un pasivo contable para una persona implica un activo contable para otra. Las actividades humanas de consumo y producción generan este tipo de derechos y obligaciones, cuyos titulares son los “agentes” que interactúan en la economía. Pero las actividades económicas provocan otro tipo de pasivos que afectan en forma directa a la naturaleza y a los seres humanos que la habitamos. Se los denomina: “pasivos ambientales”.

Mientras más estrecha relación tengan las actividades de consumo y producción con la naturaleza, más impactos se provocarán en la biosfera; es decir: habrá más pasivos ambientales. Hasta hace poco, la humanidad creía que producía y consumía en un mundo infinito (pensemos en el horizonte ilimitado del cowboy norteamericano), y creía, al mismo tiempo, que el ”sistema” económico operaba como un circuito cerrado y autónomo.

Pero ahora sabemos que la economía es parte de un sistema mayor, regido no por las leyes económicas de oferta, demanda y precios, que pueden encontrar un equilibrio, sino por las leyes físicas de la naturaleza.

En la naturaleza rigen las leyes de la termodinámica, sobre todo la segunda ley, la de la entropía. Fue el rumano Nicholas Georgescu-Roegen (“La ley de la entropía y el proceso económico”, 1971) quien evidenció que el sistema económico está inmerso en un sistema más complejo, que denominamos naturaleza. Esto marcó una ruptura científica revolucionaria.

Esta (también la llamamos biosfera, o medio ambiente) siempre ha sido un lugar de conflictos de valores e intereses.

Si, para unos, en un extremo -hoy por hoy inaceptable-, el sistema económico es autónomo, y no cuestiona su sustentabilidad; para otros les es necesario considerar las denominadas externalidades, reparar los daños ecológicos o compensar los pasivos ambientales. Y para los que -en el extremo opuesto, también en una posición imposible- nada sería lícito hacer, pues toda actividad humana generará impactos negativos en la biosfera. Estos últimos incurren en esa postura romántica e imposible que proclama un idealismo extremo: como el regreso al  “estado natural” de un paraíso, previo, incluso, al del pecado original de Adán y Eva.

Sería conveniente también considerar que mientras los pasivos contables se resuelven en el corto plazo, los pasivos ambientales abarcan períodos de tiempo que pueden durar siglos, algo no asimilable para la economía convencional que aprendimos.

Los pasivos ambientales no se refieren solo a los daños que quedan tras el cierre de la mina o del pozo del petróleo, sino a todas las “deudas ambientales” ocasionadas por la empresa privada o pública durante el tiempo de operación, aunque no estén todavía contabilizadas, excepto para quienes ahora empiezan a medir, por ejemplo, la “huella ecológica” que nuestras torpes pisadas han dejado ya en la naturaleza que nos sustenta.

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