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El Telégrafo

Un par de colombianos ejemplares

04 de enero de 2014

Entre los libros leídos en el último feriado hay dos que merecen especial mención: Yo no vengo a decir un discurso, de García Márquez (un obsequio con la buena idea de regalar libros en las navidades), y La escuela de la noche, de William Ospina (adquirido en otra buena idea, la Feria del Libro de Quito).

El libro de García Márquez (una vez leídas probablemente todas sus novelas) reúne algunos discursos cruciales, y, aunque constituyeron para él una preocupación más que un anhelo, tienen el simbolismo de sus palabras en momentos destacados de su vida, que son también los de América Latina. No es solo un escritor de imaginación, sino de contundentes, claros y valientes planteamientos.

Entre las perlas del libro se destaca la que se refiere a la relación entre el científico y el poeta: “La preocupación de ambos es la misma sobre un mismo abismo; la idea de que la ciencia solo concierne a los científicos es tan anticientífica como es antipoético pretender que la poesía solo concierne a los poetas”. Otra es la aseveración de que “ningún periodista norteamericano se ha tomado el trabajo de decirnos cómo es el ingreso de la droga hasta los Estados Unidos, y cómo es su distribución y su comercialización interna”. Y otra: “La educación privada, buena o mala, es la forma más efectiva de la discriminación social.

Los libros de ensayo de William Ospina son tan valiosos como sus novelas históricas, y tienen, ambos, el mérito de hacernos reflexionar sobre nuestra identidad común latinoamericana, es decir nuestra hermandad mestiza. Ospina cree que “la novela es en sí misma un género histórico” y que “la novela es el escenario de este mundo despojado de toda tutela trascendental, la novela es la aventura de los individuos en un mundo sin dioses”. “De la novela y de la poesía esperamos siempre que altere nuestra idea del mundo y en esa medida nuestra manera de vivir en él”.

¡Qué magníficos literatos tiene el país vecino!, nos permiten disfrutar de su arte y reflexionar con su talento.   Su ejemplo seguramente estimulará por acá el florecimiento de nuevas y mejores producciones. Pero también allá existen sujetos que propician la violencia y las guerras intestinas que por acá no las tenemos. Ojalá pueda ser este nuestro ejemplo para que florezca allá la paz. Mientras hay algunos vecinos que, como dice la gente, “nos han jugado sucio”, los literatos mencionados constituyen un estimulante ejemplo de trabajo infatigable, talentosa habilidad y una hermandad a toda prueba.

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