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El Telégrafo

Un país con 5,5 millones de adultos obesos

22 de diciembre de 2013

Quizá en estas fiestas de fin de año aumente el peso de muchos de nosotros. Era una tradición alimentarse mejor por estas fechas, porque hace algunas décadas ya la comida de Navidad ‘compensaba’ los déficits alimentarios del año. Se comía mejor también en un encuentro familiar porque difícilmente se encontraban los parientes en el resto del año y qué mejor que hacerlo frente a la mesa.

Ahora, paradójicamente, en estas fechas ya no se come mejor, se come mucho más y  no necesariamente bajo dieta saludable. Por eso, los resultados de la Encuesta Nacional de Salud revelan una realidad preocupante: 5,5 millones de ecuatorianos adultos sufre de sobrepeso y obesidad. A lo que habría que añadir que los niños están mal alimentados, no por falta de comida, sino por exceso de ella, con grandes cantidades de azúcares y grasas en los productos ingeridos. Y, paradójicamente también, en los sectores indígenas, sobre todo en las madres, hay una mejor cultura gastronómica porque atienden a su familia con una dieta llena de nutrientes.

¿Por qué llegamos a esto de ese modo tan alarmante? ¿Qué hicimos para estar gordos y obesos? ¿En qué momentos perdimos nuestra soberanía alimentaria que hacía de nuestros antepasados unos seres humanos cargados de proteínas sin pasar por la obesidad? ¿No será acaso la invasión de una cultura gastronómica que en otros países acarrea obesidad como un drama y un problema de salud pública con fatales consecuencias?

¿No será acaso la invasión de una cultura gastronómica que en otros países acarrea obesidad como un drama y un problema de salud pública?Si hay algo que hacer urgentemente es discutir este tema en los hogares, ante todo, en los medios de comunicación y en escuelas y colegios. Lastimosamente la noticia de la obesidad ecuatoriana no va a estar en ciertos medios porque los anunciantes y financistas de esa prensa definen qué se debe comer y qué no, aunque en ello se juegue la vida.

Nos hace falta revisar esos patrones de consumo para desbaratar también ese falso paradigma de que las hamburguesas y los refrescos son un símbolo de modernidad y bienestar. Ya le pasó a México y todavía no sale de eso. Aunque la tortilla sea el producto básico de la dieta, no deja de sufrir por la invasión de las principales cadenas de hamburguesas y bebidas azucaradas.

Si bien es cierto que nuestro menú es amplio y variado, no dejan de preocupar los hábitos alimenticios porque los efectos son la diabetes temprana, hipertensión, problemas cardíacos y otras enfermedades. Por lo mismo, en ese panorama, la situación es de prioridad estratégica si nuestra sociedad quiere un verdadero bienestar, un buen  vivir, para desarrollar generaciones inteligentes, saludables y capacitadas para afrontar los retos de la contemporaneidad.

Si en estas navidades será difícil contener la pésima alimentación a la que nos estamos acostumbrando, también puede ser la gran ocasión para reflexionar sobre este problema. Y para ello, evidentemente, hace falta información. La más acertada y poderosa está en esa Encuesta Nacional de Salud. Pero sobre todo en la recuperación y conquista de nuestra soberanía alimentaria, del reencuentro con nuestros productos (la quinua, los granos, mariscos y legumbres propias) y en la producción de alimentos elaborados con base a estándares que garanticen plena salud.

No está por demás insistir en que la publicidad en este aspecto debe ser regulada, más allá de lo que digan los publicistas y anunciantes (apoyados por los libertarios de siempre), porque no es menos cierto que ahora el peso de esa obesidad también pasa por el influjo de los avisos agresivos.

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