Iniciar un nuevo año es apenas un buen motivo para querernos vivos. Es decir, tener una nueva oportunidad para asumir los retos que, en el año anterior, no fuimos capaces de hacerlo. Es apenas un pretexto para tomar impulso y recuperar la confianza que se fue perdiendo conforme avanzaba el año. Y es también apenas una opción para, en medio de tanto ruido y camaretas, poder una vez más autoengañarnos y prometernos todo aquello que sabemos jamás lo cumpliremos.
Iniciar un nuevo año es encender la débil vela de la esperanza y desde muy adentro creer que todo aquello que deseamos se cumplirá, aun sabiendo que esa vela se habrá apagado antes del tercer mes del año. Y es creer que recuperaremos el amor perdido, nos libraremos de esas libras demás, dejaremos de fumar, encontraremos el empleo perfecto o, simplemente, intentaremos con toda la fuerza de voluntad que nos han dejado los abrazos de los seres cercanos, ser felices. Y, lo más probable, es que no lo seamos, pero nos sentiremos mejor sabiendo que al menos lo intentamos.
Iniciar un nuevo año es prestarnos a los más ridículos rituales; trotar con unas maletas, meternos un billete en el calcetín derecho (¿o es en el izquierdo?) y atragantarnos desesperadamente 12 uvas y hacerlo mientras escuchamos a locutores desgañitarse con la cuenta regresiva. Y lo que es peor, volvernos, al menos por una noche y a plena conciencia, nosotros mismos unos monigotes.
El 2013 es, de acuerdo al calendario chino (lunar) que no se inicia en enero sino en febrero, el año de la serpiente de agua. Es decir, un año en el cual los conflictos, los desastres y las energías negativas mermarán ostensiblemente. Pero como buena serpiente, si es molestada, ataca. El año se inicia con la campaña electoral, lo cual quiere decir que nos quedará poco tiempo para los buenos deseos, sueños y anhelos.
Y nos sumiremos pronto en las confrontaciones propias de una campaña que, a no dudarlo, será poco propositiva. Los candidatos de oposición se dedicarán a atacar al candidato Rafael Correa. Y punto. Por ello, es de esperar que los ecuatorianos tengamos la sabiduría suficiente para elegir correctamente, sobre todo a nuestros representantes en la Asamblea Nacional, ya que la diferencia para la Presidencia es demasiado grande, y habrá una sola vuelta.
Los gurús, que no son los encuestadores, aparecen cada año con predicciones que nunca se cumplen. Y los medios de comunicación hacen sus balances y resúmenes del año, en los cuales solo destacan lo que a los dueños de esos medios les interesa.
Así, los únicos que en realidad obtienen dicha y felicidad son los comerciantes que hacen de un nuevo año el mejor de los negocios. Pero eso sí, y por si acaso, y como en este año quiero casarme con el amor de mi vida, usaré calzoncillos rojos todos los días del año.