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El Telégrafo

Un llamado de atención

27 de junio de 2013

Hace tiempo que el mundo atraviesa por una situación de crispación social. Países que en el pasado fueron los grandes referentes del desarrollo han entrado en una profunda crisis económica que parece interminable. Así están las cosas en el orbe, al que las recientes protestas en Brasil han puesto la nota desconcertante. Porque esa nación, además de ser una democracia con instituciones fuertes, con reducido índice de desempleo y un elevadísimo nivel de satisfacción de su población, se ha convertido en escenario de multitudinarias protestas sociales contra su sistema político.

El detonante ha sido un alza del equivalente a menos de 10 centavos de dólar en el transporte público en Sao Paulo. A eso, luego se le agregó la demanda por una mayor transparencia en el uso de los recursos públicos, el reclamo sobre la impunidad de los políticos corruptos, el clamor por una mayor inversión en sanidad y la protesta contra la construcción de los escenarios deportivos para la celebración del Mundial de Fútbol y las Olimpiadas.

En este caso, es importante analizar que los antiguos pobres ahora son consumidores y la clase media baja ya tiene su vivienda, mientras que la clase media viajó de compras a Miami y a Nueva York. Nadie quiere regresar a lo que eran antes del progreso, todo lo contrario, aspiran a más y todos los brasileños se movilizan para lograr nuevas conquistas sociales. En consecuencia, debemos entender que más prosperidad y una mejor educación traen mayores demandas.

También este movimiento ha generado algo que en cierto sentido es extraño. La presidenta Rousseff goza de mucha aceptación y popularidad, pero aun así se nota un divorcio entre la calle y el Gobierno. La respuesta a esta interrogante es que los ciudadanos se han dado cuenta de la riqueza de su país, pero que  no es aplicada en los sectores prioritarios, como la salud, la educación, el transporte, y al hecho de que una parte de ella  es aprovechada por los políticos corruptos para enriquecerse. Estamos viviendo en un mundo de cambios rápidos y en una globalización donde existe la interdependencia.

Los ciudadanos ven el grado de bienestar y seguridad que hay en otras naciones y se cuestionan sobre lo que ocurre con ellos. Se dan cuenta de que otros países avanzan debido a que están mejor organizados y que sus gobiernos son transparentes dando una adecuada utilización a los recursos públicos y, en consecuencia, la gente vive mejor. El poder ver esos contrastes es lo que ha dado lugar a una ruptura con los partidos políticos. Las masas saben que pueden adueñarse de las calles y movilizar millones de personas para conseguir sus objetivos.

Concluyo indicando que las sociedades modernas, a través de las redes sociales, han adoptado una nueva cultura política que es colaborativa y a la vez creativa. Lo que sucede en Brasil debe llamar a Dilma Rousseff a una profunda reflexión, pero también a otros mandatarios que tienen que verse en ese espejo.

Es un llamado de atención para todos.

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