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El Telégrafo

Un impuesto a la especulación

18 de enero de 2012

En Europa se debate con fuerza la aplicación de la “tasa Tobin”, o  impuesto a las transacciones financieras internacionales.  La idea fue propuesta en 1971 por el economista norteamericano James Tobin, a fin de reducir la actividad especulativa internacional.

Aunque esté limitado a la zona euro, el impuesto tendría un amplio consenso en Alemania, como detalla un artículo de Rafael Poch, publicado en el diario español La Vanguardia. La crónica es divertida porque, citando a los verdes, llama al Partido Liberal (de Dierk Niebel, ministro de cooperación alemana, férreo opositor de la iniciativa Yasuní-ITT) “el brazo parlamentario de la industria financiera”.

La microeconomía neoclásica postula que un mercado alcanza su óptima eficiencia cuando opera según el libre juego de la oferta y de la demanda. Esto supone que la participación aislada de los agentes de mercado no influye en sus resultados (precios y cantidades transadas), es decir que los oferentes no imponen precios y que la demanda de cualquier comprador no tiene influencia alguna en la de los otros. Lo cual ocurre en muchos mercados de competencia.

No es el caso de los mercados financieros internacionales. Ahí los oferentes son los grandes grupos financieros, capaces de manipular las condiciones de los mercados de capitales de los países donde maniobran y de desestabilizar -los famosos “capitales golondrina”- los equilibrios macroeconómicos; sea por la magnitud de su acción, por las asimetrías entre países (unos superavitarios y otros deficitarios de capital); sea por las condiciones de información asimétrica.

En la era de la desregulación neoliberal esto ha tenido consecuencias nefastas para los pueblos de muchos países: los efectos Tequila (1994) y Vodka (la crisis financiera rusa en 1998); la crisis asiática y la dolarización ecuatoriana en la década final del siglo pasado; el corralito bancario de Argentina de 2001 y la crisis de las hipotecas subprime de los Estados Unidos de 2007.

Si estos mercados operan de manera ineficiente, es necesaria la acción colectiva para reducir sus efectos nocivos para la sociedad, la que se puede expresar mediante la potestad tributaria de los Estados, por ejemplo con la tasa Tobin. Su instauración significará la recuperación social del control de los mercados, librados al libertinaje por la doctrina neoliberal, en su afán de exacerbar la acumulación y la desigualdad.

Vale un par de reflexiones finales. Si ahora en Europa, agobiada por una crisis económica sin precedentes, debaten la tasa Tobin no es por buenas razones sino porque las transacciones financieras escapan al control de los Estados. Por otro lado, el tema es que la banca no se imponga. Es decir, si manda la democracia o gana la “deudocracia” (como dice el video griego Debtocracy), o sea, ganan los banqueros.

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