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El Telégrafo
Lucrecia Maldonado

Un homenaje simple e inusual

21 de mayo de 2014

Este fin de semana nos dejó para siempre nuestra mascota de casi doce años. El ‘Whisky’ era un perro cocker spaniel color miel, vital, cariñoso y alegre como todos de su raza.

¿Por qué hablo de él en esta columna? Porque su muerte, más allá de la natural conmoción y nostalgia, me conduce a pensar en cómo los humanos olvidamos tan frecuentemente nuestra condición de animales, en cómo la hemos olvidado en los últimos tiempos al punto de extinguir especies, de destruir hábitats y de poner por delante no ni siquiera nuestra supervivencia sino nuestra ambición y nuestra comodidad, y estar así en trance de quedarnos solos en el planeta antes de su destrucción final.

Los perros pertenecen a aquellas especies (en realidad, solamente dos) que por supervivencia o buena suerte se han adaptado a vivir junto con los seres humanos. Sin embargo, no se salvan de aquellas actitudes que como ‘seres superiores’ nos arrogamos ante las otras especies: el maltrato, el abandono, la comercialización que muchas veces conduce a la crueldad en aras de la ganancia. También el ‘Whisky’ sufrió encierro muchas veces en su vida porque simplemente ‘molestaba’, hasta cuando comprendí que tenía tanto derecho como yo, como nosotros, a estar en el mundo y a ser valorado como un miembro más de la familia del planeta.

Si bien poseemos un tipo de inteligencia que nos ha llevado, entre otras cosas, a modificar el planeta hasta la casi total destrucción en aras de nuestra agresiva supervivencia y comodidad (ya lo dijimos), los animales que todavía existen nos recuerdan la integridad y la inocencia primigenias de los seres vivos, la ternura que no pone condiciones, el perdón irrestricto y también la irrestricta defensa de lo que es suyo, abatido ya casi en su totalidad por nuestra imparable arrogancia.

Afortunadamente, en nuestros días algunas personas más conscientes que otras luchan por una legislación que proteja a los animales de compañía, y otras por la defensa de aquellas especies en peligro de desaparición sobre todo el planeta.

De mi mascota solamente me queda su sencilla presencia en el patio, el ladrido oportuno cuando alguien se acercaba; alguna vez lejana, la lengüita recogiendo mis lágrimas; la alegría al recibirnos. Me queda el estar, y ser parte de nosotros más allá del olvido o el descuido, pequeño perrito café que no hiciste nada más que dar amor y sostener la vida desde el patio de atrás, con el simple cariño de tus ojos serenos, incluso en el silencio melancólico de tu mirada final.

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