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El Telégrafo
Aníbal Fernando Bonilla

Un escritor canalla bendecido por los días grises

07 de abril de 2015

En el Encuentro de Escritores ‘Nuevos hombres, nuevos lenguajes’, organizado por Eskeletra Editorial en Ambato, en 1997, conocí de primera fuente la personalidad -no exenta de polémica- y producción lírica de Pedro Gil. Luego, al año siguiente, en el marco de las Terceras Jornadas Poéticas Juveniles, efectuadas en Guayaquil -evento mentalizado por Xavier Oquendo Troncoso, escritor y dinámico activista cultural- logramos entablar nexos de amistad y afecto, los mismos que se acrecentaron en 2000, en Otavalo, a propósito de las Cuartas Jornadas de Poesía Joven.

Aquella relación de cordialidad ha tenido -y tiene- como telón de fondo a esa dama extraña -la poesía-, lazo indisoluble de hermandad existencial. Pedro dice: “La poesía es la más hermosa de las mujeres que, con su caminar elegante, tiene que salir ilesa y bella de los callejones del infierno. […] La poesía es una mujer llena de bendiciones; la poesía, como el amor, salva. A mí me salvó, lo dije en la locura y lo confirmo en la abundancia de mi sano juicio”.

Ese apego literario le ha permitido a Pedro Gil aprehender los códigos de la vida mundana en un tránsito hostil y decadente. Mas su convicción con la palabra es el mejor antídoto para su liberación interna. Hace quince años escribí un poema (‘Cuatro arcángeles’) dedicado a este vate de tribulaciones y desengaños: “Este papel/ tiene el olor del alcohol/  la presencia de los semidioses/ la enredadera de los vicios profundos/ la alteración del autista.// Las hembras/ son el opio de los poetas/ la ruina de los profetas falsos./ El cultivo de la hierba/ entre los dedos/ cristaliza las ideas.// El líquido se riega/ desde la infancia/ en el hígado de Pedro,/ las arterias se rompen/ en la baldosa de aquel antro,/ recluido durante siete años/ como producto de las botellas/ hipotecadas en las orillas/ por falta de mensajes”.

Pedro escribe al margen de las formalidades estilísticas. Y con lecturas de autores vitales como: Edgar Allan Poe, Jean Genet, Allen Ginsberg, Charles Baudelaire, Ernest Hemingway, Graham Greene, Charles Bukowski, Octavio Paz, César Vallejo, César Dávila Andrade, Medardo Ángel Silva, Hugo Mayo… Su literatura, en esencia, contiene los rastros y rostros del hombre, en toda su crudeza pragmática. Es una poética que emerge desde la turbulenta mirada del ser despreciado por su propia sociedad en la cual se sumerge en sus inhóspitas aguas hasta la desgracia final. Pedro exterioriza sus demonios con la experiencia que dejan los quebrantos y el dolor de 17 puñaladas.

En una entrevista realizada por Paúl Hermann (Casa Palabras, revista de la CCE, N° 5, Quito, septiembre-2013), el poeta Gil asevera: “La literatura debe ser más catártica que ensoñadora, no evadir los sentimientos, sino enfrentarlos como son”. A la vez que ilustra a su poesía como una búsqueda de “mariposas en los pozos sépticos”.

La Universidad Laica Eloy Alfaro de Manabí tiene el acierto de auspiciar buena parte de sus publicaciones. Por ello, bajo el sello editorial Mar Abierto, Pedro Gil comparte -por primera ocasión- su trabajo cuentístico con El príncipe de los canallas (2014), una manera narrativa de compenetrarse en las alteraciones que estallan en el abismo de la especie humana. (O)

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