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El Telégrafo
Samuele Mazzolini

Un año ‘plural’

26 de agosto de 2014

Exactamente hace un año arranqué con mi experiencia editorial en este periódico. Apenas pocos días antes había escrito un e-mail al director Orlando Pérez preguntándole si estaba dispuesto a concederme un espacio semanal, después de algunas intervenciones sueltas publicadas en los meses pasados. Ante mi asombro, su respuesta fue gratamente positiva. Debo agradecerlo, no solamente por la oportunidad, sino por no haberme pedido revisar una sola coma de mis anteriores 50 columnas. Las críticas, en algunos casos ásperas, que he dirigido a varias personalidades y políticas del Estado, que de este periódico es concesionario, hacen que esa apertura no fuese descontada. El mérito, lo reitero, va a quien ha optado por mantener plural el espacio dedicado a la opinión.

Plural, como el título de una histórica revista de la cual fue director Octavio Paz. Plural, un adjetivo que hace desesperada falta. Siento muy cercana la vocación que animó el literato mexicano a partir de la década del 60, cuando emprendió una confrontación en contra de ese “extraño idealismo”, donde “la realidad está al servicio de la idea y la idea al servicio de la historia”, que caracterizaba a la izquierda dogmática de su país y del continente. Con recursos literarios y culturales inconmensurablemente más modestos y manteniendo las diferencias históricas, he optado por poner en tela de duda muchos de los dogmas que han ido consolidándose en Ecuador de la Revolución Ciudadana, un proceso del cual me siento aún sostenedor por sus indudables logros sociales y políticos, pero en el cual van afirmándose unas tendencias sobre las cuales es preciso polemizar, con fraternidad, pero también con firmeza.

Paz tildó de ulemas y alfaquíes a aquellos intelectuales que reproducían debates anquilosados y manifestaban una doble moral. A veces advierto, debo confesar, la misma esterilidad intelectual alrededor del correísmo. Un proceso político rico en el medio de un debate intelectual que a ratos demuestra ser muy pobre, aunque con las debidas excepciones. La traída de decenas de intelectuales de fama mundial al país no puede colmar los efectos de una polarización nefasta que a menudo induce distinguidos exponentes a sentirse justificados en escribir páginas que asemejan más a folletos de propaganda ministerial que a discusiones dignas de tal nombre. Otros, en cambio, prefieren sencillamente callar frente a las generosas prebendas ofrecidas por funcionarios de Estado poco clarividentes. El burocratismo ofusca, incluso, mentes que una vez demostraron ser brillantes.

El panorama es desolador también afuera de este círculo: la misma intolerancia caracteriza la actitud de la oposición de izquierda. La hostilidad y el cierre mental, los argumentos circulares, la falta de erudición distinguen sus actitudes y sus polémicas intervenciones, orales y escritas. Tan penetrante es la tendencia que a menudo tienden a construir feudos sociales excluyentes y políticamente destinados a un ruidoso fracaso.

Se necesita más heterodoxia y menos ortodoxia, más crítica y menos intolerancia, más originalidad y menos charlatanes. Se necesita un debate más plural.

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