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El Telégrafo

Un año con Julian Assange

16 de junio de 2013

No exageran quienes dicen que tras las revelaciones de WikiLeaks la historia hizo un “parteaguas”. Y con eso también ingresó a la historia un personaje valiente, inteligente y un estratega sin par: Julian Assange. Él entendió perfectamente cómo se podía combatir en estos tiempos sin disparar una bala, sin armar una guerrilla o un ejército. Con las armas de la inteligencia y la tecnología también se puede derrotar a miles de soldados, millones de dólares al servicio de la industria de la muerte y de la destrucción, a imperios y potencias supuestamente indestructibles.

Hace un año (19 de junio de 2012), Assange pidió asilo en la embajada de Ecuador. Las razones por todos conocidas han dado lugar a una cascada de notas, editoriales, entrevistas, reportajes y noticias, a tal punto que causa envidia de muchos políticos y mandatarios. Y esa avalancha mediática no puede ocultar ni distorsionar la razón de fondo: la persecución inmisericorde contra él y su organización por el solo hecho de revelar lo que oculta EE.UU. sobre sus acciones fuera de sus fronteras. ¿Hay cómo justificar que un país actúe en otro con la mayor impunidad y que los habitantes, gobernantes, periodistas y políticos locales se pongan a su servicio a través de políticas, negocios o medios de comunicación?

Y si la historia cambió para el mundo a partir de las revelaciones, desde hace un año también cambió para  Ecuador y su imagen en el exteriorAssange no tiene miedo, solo piensa en conservar su vida para poder ejercer su oficio con libertad. Y estar encerrado, para muchos, constituye un encarcelamiento “voluntario”. Para él, por lo visto, leído y escuchado, es un paréntesis en una etapa de su vida. Y como tal, sobreentiendo,  vive una de las más intensas sensaciones y vivencias para construir un sólido pensamiento a favor de lo que cree y de  los que lo apoyamos. La cárcel, si alguna ventaja tiene, es que da las condiciones para pensar, leer, formarse y sentir de otro modo la vida. Igual debe pasar con el encierro y un asilo, como el que le ha tocado vivir al ciudadano australiano, huésped de honor de nuestra embajada.

Y si la historia cambió para el mundo a partir de las revelaciones, desde hace un año también cambió para  Ecuador y su imagen en el exterior. Miles de personas hablan de nuestro país como un espacio democrático y un escenario de transformaciones. Muchos  se toman fotografías frente a la embajada de Londres. Decenas de ingleses han llegado a nuestra patria para conocer  dónde viviría Assange. Y la pregunta de fondo es: ¿Por qué escogió al Ecuador como su lugar de resguardo y protección? La ha respondido de muchas maneras, pero la fundamental (casualmente cuando ya se aprobó la Ley de Comunicación) es que aquí sí tiene libertad para expresarse y actuar sin riesgos para su vida y oficio.

Julian Assange no solo tiene derecho a venir al Ecuador, sino también a que en nuestro territorio siga actuando para revelar esos secretos de la mayor potencia del mundo, que se ha creído con el derecho de intervenir en nuestros pueblos sin permiso. Y, por supuesto, Inglaterra tiene la obligación de dejarlo en libertad de salir y viajar, porque no ha cometido ningún delito.

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