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El Telégrafo
Fabrizio Reyes De Luca

Un abrazo a nuestras heroínas

08 de mayo de 2014

Una vez más, el domingo será el día en el que la mayoría de nosotros, al pararnos delante de nuestra progenitora, enmudeceremos por no encontrar las palabras o la frase ideal para expresarle lo que ella representa en nuestras vidas, y terminaremos por decirle: “Te quiero”, “Te amo”, “Gracias, madre”, “Eres la mejor”, o simplemente nos confundimos en un abrazo silente, que dice más que mil palabras.

Casi siempre, el abrazo representa la muestra de afecto por excelencia en esta celebración. Si bien es cierto que un abrazo transmite energía y cariño, más cierto es el hecho de que nadie como nuestra madre es capaz de entender dicha acción como una procesión de los sentimientos que albergamos en el alma y el corazón.

Las madres son nuestras heroínas, porque nos prodigan el amor más intenso y auténtico desde la concepción. Ellas siempre están de nuestro lado, en las buenas o en las malas, y nunca discriminan, como suele ocurrir con el resto de las personas, que coexisten en ambientes diferenciados y que entre sí propician odiosas distinciones.

El único atisbo de discriminación –y quién no podría justificárselo– es el de considerar a sus hijos o hijas como los mejores del mundo, sin importarles si están o no en lo cierto.

Las madres sintetizan la obra de la creación humana dispuesta por Dios. Ellas han asumido esa responsabilidad, tan grande y poco reconocida, sin pasar facturas. Lamentablemente, no todos los hijos que han tenido en ellas la mejor fuente de amor han sabido corresponderles como se merecen.

En la víspera del día de las madres, a través de estas líneas deseo exaltar, más allá de lo esencial, el amor de nuestras madres a carta cabal y luchadoras infatigables, a las que siempre recordamos por su sonrisa o sus palabras de aliento en los momentos difíciles. Madre mía, que lees estas líneas con las que pretendo sorprenderte y, ¿por qué no?, abrazarte, te felicito por ser una triunfadora y una excelente maestra de pensamientos, sentimientos y nobles acciones.

Eres una excelsa guerrera por todo el esfuerzo que desplegaste por darnos todo lo que necesitábamos. Largas y luminosas son tus proyecciones, pues tanto a tus hijos como a tus nietos has impreso el sello de la valentía y el coraje para afrontar situaciones complicadas.

No es en vano tu obra. Y siempre, a pesar de los años que tengamos, buscaremos tu apoyo, tu oportuno y cauteloso permiso para nuestras acciones y, en ciertos momentos, para hacerte cómplice de alguna aventura.

No duden todas las madres que siempre están en nuestras mentes y corazones. En cada victoria o derrota, siempre tendrá un enorme valor vuestra presencia, su voz de aliento e incondicional apoyo.

Felicidades a todas las madres ecuatorianas, porque son seres tan especiales, no solo por entregarnos todo su amor, comprendernos en todo momento y orientarnos por los caminos de la vida, sino por hacer latir nuestros corazones ante la magia de una sonrisa o el calor de un simple, tierno e inagotable abrazo.

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