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El Telégrafo
Jorge Alemán

Ultraderechas

22 de diciembre de 2018

Lo que tienen en común las ultraderechas actuales es haberse librado de los complejos e inhibiciones democráticas procedentes del clima político posterior a la Segunda Guerra Mundial del siglo XX.

El decidido retorno a una identidad nacional que se presenta con un relato épico sin fisuras tiene a lo “extranjero” como la amenaza, el exterior, que puede atentar contra la unidad plena y consistente que las ultraderechas presentan como identidad nacional.

La ultraderecha ha reactivado su camino de siempre, pero ahora dentro de un orden democrático donde ejerce una pose “desinhibida” y desacomplejada. Tal como lo sostuvo uno de los líderes de la ultraderecha española: “En los últimos 30 años los progres han decidido qué teníamos que decir o callar”.

La ultraderecha puede sostener esto ahora, porque percibe que muchos sectores populares sienten a los sectores progresistas como hipócritas y falsos con respecto a los valores que dicen proclamar. Tema a considerar en otro lugar.

Promediando los 60, Lacan, de un modo profético, vaticinó un ascenso del racismo. El racismo, elevado según Lacan a un rango desconocido, sería el efecto logrado de la globalización incipiente en aquellos tiempos. Hoy mismo el líder de Vox (ultraderecha española) manifestó que la mayoría de las agresiones sexuales en España eran cometidas por extranjeros. Esto, obviamente, contra toda evidencia estadística.

El racismo está produciendo una severa transformación de la política y su génesis no está en lo que clásicamente se entiende por política. A su vez, la novedad es que la ultraderecha legitima, levantando las barreras de lo “políticamente correcto”, su goce sádico. El racista actual no solo odia el goce del otro, ahora ama su goce sádico como la salvación de la patria. Por ello lo extranjero no hace solo referencia a los extranjeros, sino a todos los que se enfrentan a los proyectos del capitalismo neoliberal.

La izquierda tiene dificultades para aceptar la capacidad libidinal y expansiva de ese odio. No es que de golpe se haya vuelto fascista una parte significativa de la sociedad, pero sí que usa al nuevo fascismo como vehículo de su odio contagioso. Especialmente un odio al “parásito” político. (O)

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