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El Telégrafo
Guido Calderón

Turismo y prosperidad

28 de diciembre de 2014

La quiebra económica de un país o una persona es más moral que financiera, se puede deber mucho dinero y estar decidido a trabajar y pagarlo,  pero una deuda intempestiva puede desmoralizarnos y quebrarnos. En el caso de naciones, la moral optimista o derrotista depende de sus gobernantes.

Si un presidente repite que el país avanza, todos -o al menos la mayoría- trabajan con ese convencimiento; invierten, apoyan y, efectivamente, el país sale adelante sin importar los problemas.

La crisis mundial hundió a países cuyos gobernantes difundieron pesimismo, el mejor ejemplo es España, con un Rajoy que dio forma a los vaticinios más desastrosos que no paran de atormentar a los españoles, secundado de un FMI que intensifica las crisis nacionales para canalizar el traspaso de sus recursos al capital internacional.

En cambio, los gobernantes que afirmaron que su país iba a salir adelante, no sintieron los efectos de la crisis y, además, crecieron, como Alemania, Brasil y Ecuador. La prosperidad no solo depende de dinero y recursos, sino de la motivación de una población. Y Ecuador está muy estimulado, jamás tuvimos la moral tan alta, nunca estuvimos tan orgullosos de ser ecuatorianos. Problemas han habido  -en su mayoría causados por la burocracia-, pero la certeza de que el país progresa nos impulsa a superar los obstáculos.

Los países que salieron de la crisis y los que aún la sufren apuntan al turismo para lograr el crecimiento económico sostenible, sin sufrir la volatilidad de los mercados o del petróleo, pero el turismo, que en principio parece funcionar para todos debido al aumento de viajeros cada año, no es seguro que sea óptimo para todos los países, pues no todos tienen las frecuencias aéreas, carreteras, seguridad, baja corrupción, planta turística capacitada y en permanente renovación, acuerdos público-privados adaptables a los nuevos mercados; y más condiciones que exige un turismo, donde la moda, la temporalidad y la innovación son decisivas.

Está también el peligro de confundir el turismo con vaca lechera y extraerle dinero hasta secarla, lo que estamos empezando a ver.

Impulsar el turismo sin las condiciones necesarias, empuja a gobiernos nacionales y regionales a malgastar mucho dinero en atraer turistas que no serán bien tratados, tendrán experiencias desagradables y hablarán muy mal del país o de la ciudad. Sitios hermosos hay en todo lado, pero no todos están limpios, cuidados, seguros  y adecuados.

Centrar el crecimiento económico en el turismo, requiere mucho entusiasmo, positivismo, infraestructura, inversión privada, regulación y control público, promoción continua. Y todo eso Ecuador sí lo tiene -en gran parte- por lo que podemos caminar a la prosperidad con la certeza de que tenemos todo para crecer.

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