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El Telégrafo
Guido Calderón

Turismo y Francisco

28 de junio de 2015

La imagen de Ecuador como una sociedad de paz y en crecimiento se ha deteriorado en las últimas semanas a niveles jamás esperados y las posiciones de los diversos grupos en confrontación no tienen visos de ceder, lo evidencian las declaraciones de sus múltiples voceros y la abundante publicidad estatal que acusa de desestabilización y golpismo a una oposición que anuncia se mantendrá en las calles en rechazo a la Ley de Herencias, parte de un nuevo modelo de redistribución de la riqueza.

El escenario de confrontación en los meses posteriores disminuirá el turismo extranjero, por lo que las estrategias de sobrevivencia del sector deberán direccionarse -quienes puedan hacerlo- al turismo interno, que se reducirá al ritmo de sectores como la construcción, que se resintió ante el remolino comunicacional de la Ley de Herencias, sobre la cual el escenario cambia cada semana y es una exigencia de los sectores opositores, sea retirada definitivamente, lo cual no parece ser la intención presidencial, y menos de sus mandos medios, mucho más beligerantes contra quienes expresan públicamente sus desacuerdos, que no necesariamente son opositores ni pertenecen al 2% de la población que debería pagar el impuesto a la herencia, susceptible de ser convertido en acciones para los trabajadores y así democratizar la propiedad de los medios de producción, loable objetivo que en mis sucesivos viajes constaté cómo quebró la columna vertebral productiva de Venezuela, dando como resultado índices delictivos atroces.

Ecuador ya no es el mismo, y mientras más pronto lo asumamos, menos doloroso será superar los problemas adicionales que nacen de una confrontación a ser reemplazada urgentemente por un diálogo incluyente que conduzca a un acuerdo nacional que retome las vías del progreso, porque a la caída de los precios petroleros sumaremos la baja de ingresos por turismo y la contracción de actores económicos en alerta por el deterioro de una convivencia sociopolítica, que hasta hace unos meses era motivo de orgullo, proyectaba un Ecuador hacia el desarrollo y permitía -sobre todo en el extranjero- ponderar nuestros avances, y más si nos comparábamos con los países de la región, con problemas muy serios de inseguridad e inflación.

La inconformidad en las calles permanecerá y están claros los procesos con los que se intentará desarticularla, pero la decepción subterránea que se mueve por las redes sociales es muy difícil de medir y peor de frenar, a menos, claro está, que haya rectificaciones que devuelvan una confianza que todos necesitamos para usar nuestras energías en beneficio del desarrollo del país y no en asustarnos, disgustarnos, atacarnos y estar a la expectativa de cualquier noticia que traiga aliento y calma.

Los hoteles siguen ahí, había problemas para conseguir más clientes, luego la posibilidad de perderlos frenó los procesos de renovación, ampliación y construcción de nuevas habitaciones; ahora la incertidumbre es hasta cuándo podremos resistir con un país en confrontación política, esperanzado en una pronta paz y anhelados turistas con la llegada de Francisco. (O)

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