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El Telégrafo
Guido Calderón

Turismo ideologizado

02 de noviembre de 2014

Las ideologías influyen mucho a la hora de viajar, fortalecen o debilitan el turismo al atraer cierto tipo de visitante que asume se sentirá cómodo con el régimen político imperante. Se planifica un viaje a Cuba si se tiene curiosidad o alguna simpatía con el socialismo. Venezuela es un imán para gente de izquierda y estar en el mausoleo del comandante Hugo Chávez está convirtiéndose en una peregrinación religiosa.

Claro que el ser de izquierda no impide viajar a Miami, al corazón del capitalismo, y aprovechar los precios bajos -en especial de la tecnología- del tan impugnado imperialismo. Y nadie se exime de mostrar la foto familiar en Disney o en la 5ª Avenida en Nueva York.

Los temas espirituales son de los más poderosos, hacer el Camino de Santiago es una travesía que supera la religiosidad, pero santuarios e iglesias siempre son los primeros beneficiarios económicos de la fe que mueve millones de turistas. Israel y su perfil bélico atrae y repele a gente de todo el planeta. El islam genera la movilización de millones de creyentes a sus sitios sagrados.  

Temas menos intensos pero sí emocionales, como la gastronomía, influyen mucho, un ejemplo es Perú, donde parte sustancial de la motivación a visitarlo es el ceviche y los 3.000 años de tradición que puede contener un plato de comida.  

Las adicciones marcan la ruta de muchos turistas, también las preferencias sexuales. Los grandes carnavales complacen estas variables a más del sol y playa, que justifican ante los demás el porqué del viaje.

Una sexualidad en libertad motiva a parejas de jóvenes a viajar por varios meses sin el incómodo control de padres y el escándalo de los parientes. Las razones para viajar pueden llegar a ser tan específicas para unos y triviales para otros.

A muchos turistas no les importa que la gente desaparezca en México, no les preocupa que el dinero del turismo se mezcle con el de los carteles y los secuestros. Las bellezas aztecas superan atrocidades como la macabra desaparición de 43 jóvenes campesinos normalistas, en cuya búsqueda van brotando fosas clandestinas una tras de otra, ante la indiferente mirada del mundo y de los touroperadores que no ven razones para privar a sus clientes de unas vacaciones tequileras, solo se debe apartar la arena playera de la tierra que esconde los millares de muertos,  producto de una violencia que está en el ADN del sistema.  

La OMT siempre busca nuevas motivaciones para que la gente del Primer Mundo viaje en función de que su dinero sirva para sacar de la pobreza a los pueblos del Tercer Mundo, que euros y dólares promuevan el comercio justo, la comida y productos locales, que viajar tenga algo de quijotesco, que devuelva al ser humano la espiritualidad que ha perdido y que no está detrás de las adicciones, depravaciones o violencia.

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