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El Telégrafo

Turismo en El Cairo

20 de mayo de 2012

De niño, cuando me encontraban en alguna travesura y me gritaban “ándate al Cairo” para que desaparezca al instante, siempre se venía el deseo de conocer esa ciudad de la cual nos enteramos desde que empezamos a aprender las figuras geométricas y el profesor mostraba fotos de las pirámides de Egipto.

Creo que todos crecemos con el anhelo de estar algún día en las famosas y misteriosas pirámides, protagonistas de innumerables películas llenas de tesoros por encontrar, que alimentan el sueño de estar junto a ellas.

Y mi día llegó, primero fui a las emblemáticas pirámides de Guiza, la famosa esfinge y el templo del valle Kefrén, visité Memphis la primera capital de Egipto, con su necrópolis Menfita y su pirámide escalonada de Saqqara, estuve junto a la gigantesca estatua de Ramsés, entré en una mascaba (casa noble) donde el costumbrismo del antiguo Egipto está esculpido al detalle en piedra, vi el Museo del Papiro, cené en el río Nilo; pero quizá lo más fascinante fue visitar el Museo de El Cairo, con su infinito contenido de todas las culturas y faraones que vivieron en Egipto durante siete mil años, siendo -para mí- el más fascinante Tutankamón y su ajuar funerario, en especial, la máscara de oro macizo.

La aventura también fue salir sin guía a recorrer los mercadillos y constatar que El Cairo es una ciudad segura -a diferencia de muchas capitales de Latinoamérica-; aquí un turista no está expuesto al asalto ni al arranche, la gente es muy amable y hablan varios idiomas. No se ven mendigos.

La cultura del regateo convierte a la mayoría de vendedores en un ejercicio agobiante y los taxistas son iguales al resto del mundo.

También visité la mítica Alejandría y quedó pendiente Luxor, el valle de los reyes; las playas del mar Rojo e infinidad de sitios, donde la vida de los antiguos imperios está esculpida en rocas que grafican el esplendor que tuvieron y que aún hoy en día nos embelesan con historias de faraones y mujeres extremadamente bellas, como Cleopatra.

En estos días previos a las elecciones mis anfitriones explican que la herencia del destituido presidente Mubarak son décadas de falta de educación a una población que aporta poco al aseo de la ciudad de El Cairo, déficit de limpieza que será superado con la nueva democracia que tanto anhelan los egipcios para seguir siendo el más poderoso y encantador destino turístico del África.

Así que la próxima vez que le digan “ándate al Cairo” no lo dude, será el viaje más seguro y maravilloso de su vida, además de que vendrá cargado de infinidad de souvenirs que trasladarán la magia de los faraones a su casa.

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