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El Telégrafo

Triunfar

20 de diciembre de 2012

En vísperas de la Batalla de Ayacucho, al Libertador, que se hallaba enfermo y agotado en Pativilca, Perú, le preguntaron qué pensaba hacer; respondió: Triunfar. Y triunfó por mano de Sucre, el gran guerrero que, con esa victoria, sepultó el dominio español en América del Sur. El Ecuador de hoy está colocado ante una disyuntiva histórica: o triunfa y es reelecto presidente Rafael Correa, o el país se precipita en una era de violencia y odio, regresión y caos. Volverán las oscuras golondrinas que ya nos anuncian un prolongado invierno, sombrío y congelante.

Sí, cierto que hay varios y justificados motivos para reclamar ante el gobierno de Alianza PAIS  por acciones u omisiones de peso. Por ejemplo, no camina con el ritmo y profundidad necesarios la Revolución Agraria, sin la cual no hay Revolución Ciudadana, en las expresiones del Primer Mandatario. Miles de campesinos continúan emigrando a las ciudades, dejando la agricultura para vender chicles o pedir caridad en las urbes. Hay abusos de autoridad que no se juzgan ni castigan en debida forma. Aumenta la burocracia y merman los presupuestos para obra efectiva. No existe suficiente diálogo sobre problemas básicos, como los referidos al agua, la minería, el petróleo. El consumismo consume la economía popular sin orientaciones al respecto. El manejo de la cultura se confina a las élites.

Hay corrupción, si bien no en todas partes ni en todos los niveles. Este es un panorama de consenso en la opinión de las mayorías, y no cabe cerrar los ojos ni los oídos ante esta  ruidosa y notoria realidad. Pero tampoco es admisible la negación sectaria y malintencionada de los grandes cambios operados en estos años bajo la conducción del presidente Correa: hay obra vial fundamental y palpable en todo el país, sensible mejoramiento en los niveles de ingreso, mejoras de todo tipo en la educación, mayor preocupación por la salud, acciones nacionalistas en el manejo petrolero, disminución de  privilegios de los eternos amos del país, etc. Y algo fuera de lo común en relación con el pasado: soberanía del Ecuador, consolidación de su independencia, respeto universal a nuestra República, serios impulsos a la unificación de América Latina y defensa de la paz mundial.

Justamente es el conjunto de estas conquistas lo que merece la defensa más resuelta del proceso actual, y lo que debe servir de catapulta para la reelección presidencial y la elección de asambleístas que garanticen y contribuyan al cambio. Esto requiere triunfar, y triunfar en la primera vuelta, sin dar lugar a episodios revueltos y peligrosos de una segunda vuelta. Por fortuna, los candidatos lanzados por la derecha, la izquierda tornasol y el oportunismo no lograrán aisladamente sumar una votación contundente. Pero ello no significa que la campaña será fácil; al contrario, será la más difícil de nuestra historia, pues se enfrentarán en ella el Ecuador de los cementerios y el Ecuador que nace. De allí que debamos evocar el espíritu de Bolívar y su inmortal consigna: Triunfar.

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