Lo óptimo
El tercer concierto de temporada de la Orquesta Sinfónica de Guayaquil tuvo una gloriosa realización el 10 de mayo pasado en el magnífico escenario del nuevo teatro de la ciudad, el Sánchez Aguilar -próximo a cumplir un año de su inauguración-, y una vez más el ensamble sinfónico mostró su jerarquía musical que lo ha convertido en el primero del Ecuador y con reconocimiento regional expresado por muchos prestigiosos musicólogos del continente.
Una jornada artística que estuvo cercana al máximo alcanzable, cuando la motivación a la perfección está presente y sin limitaciones, posibilitó convertir los lenguajes de la música en el propósito sustancial de llegar a las fibras profundas del espíritu que, como decía Villalobos: “Con la levedad de sus arpegios nos acerca a Dios”. Tres compositores, fundamentales, fueron etéreos anfitriones de la velada, uno nuestro, ecuatoriano, Luis Humberto Salgado, aquel que los pecados aldeanos de cierta intelectualidad invisibilizaron junto a su importante producción, las circunstancias humanas le impidieron en vida escucharla, tocada por una orquesta, a pesar de morir en 1977. Sus composiciones escondidas en el desván de la inconsecuencia hasta hace pocos años, hoy han sido redescubiertas, como la sinfonía Nº 7 magistralmente interpretada por la OSG, para el gozo de las actuales generaciones, cada día más interesadas en nuestros valores culturales y sus realizaciones, actitudes relevantes y conductas coincidentes con el cambio de época que vivimos.
“Cuadros para una exposición”, de Modest Mussorgsky, compositor ruso de renombre del prolífico siglo XIX, fue la siguiente actuación de la orquesta, esta conocida suite de 15 piezas, compuesta originalmente para piano en homenaje del pintor Viktor Hartmann, muerto en plena madurez creativa y que otro músico excepcional, Maurice Ravel, solventó su instrumentación para montaje y ejecución por conjuntos sinfónicos. En la presentación de la sinfónica local tuvo un sabor muy especial, no solo por el cuidado y la belleza en la interpretación, también por la estructura nada efímera de una creación musical construida por dos grandes talentos musicales, el virtuosismo en la dirección de Harutyunyan y del colectivo de intérpretes sensibles y dotados y el contagio de su magia, sustanciaron una sola respuesta sin palabras: la ovación.
Lo inquietante
Es un deber tener un conocimiento relativo en materia artística de quienes prologan un acto -aunque acción innecesaria- que va más allá de las simples opiniones de diletantes como yo. No se puede hacer juicios de valor en lo creativo sobre la obra de un artista como Salgado, sin una cuidadosa investigación realizada por verdaderos expertos, aquellas afirmaciones antojadizas, como las manifestadas al inicio del exitoso concierto que comentamos, sobre supuestas influencias de compositores europeos y norteamericanos en su quehacer musical, merecen sustento debido.
Lo obtuso
Todos estamos de acuerdo con que el uso de teléfonos o cámaras fotográficas debe ser impedido en estos eventos, pero es muy lamentable que se utilicen, para frenar estas prácticas nocivas, linternas con láser, que generan iguales o mayores molestias a quienes nos interesa el espectáculo; esgrimidas por “acomodadoras”, evocan los antiguos cines de pueblo con cortinas de tela que cada vez que se abrían al paso de un espectador atrasado provocaban denuestos inolvidables.