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El Telégrafo

Todos somos putas

19 de abril de 2013

“Por la puta” o “putamadre” son expresiones que forman parte de nuestro hablar cotidiano, lo decimos con frecuencia cuando algo nos pasa o molesta. En cambio “hijodeputa” o “hijodelagranputa” son expresiones de insulto y agresión, y las pronunciamos cuando estamos realmente molestos, o para decirlo mejor, realmente “cabreados” o “emputados”.  Digo esto a propósito de “La marcha de las putas” que se realizará mañana en más de 60  ciudades del mundo, incluidas Quito y Guayaquil. Marcha que ha permitido la desmitificación de esta “mala palabra” (como si existieran buenas o malas palabras) y claro, la reivindicación de la “noble” actividad.   

Pero no solo eso, también decimos, y los jóvenes cada vez con más frecuencia, “qué del putas” como una expresión de aprobación, de “está bien” –¿Cómo te fue? –“Del putas”. Es decir, muy bien. Aunque puede ser también una calificación denigratoria, como lo dice la Real Academia de la Lengua: “puta vida” o “puta calle”, por maldita vida o maldita calle. Puta es una palabra sonora, única, contundente.

Pero en verdad “La marcha de las putas” nace en Canadá como rechazo a las desatinadas y ofensivas expresiones de un policía, quien expresó: “las mujeres deben evitar vestirse como putas para no ser víctimas de la violencia sexual”. Así, las mujeres (y los trans, los gays, las lesbianas, los y las heterosexuales) asumimos  esta palabra como un acto de insumisión y rebeldía, pero también de autonomía. Sobre el modo de ser y de vestir. Sobre el modo de asumir la sexualidad. Y el asumir los derechos, nuestros derechos, sobre nuestro cuerpo. Y en especial al derecho al gozo y al placer, tan reprimido e incluso sancionado en una sociedad pacata e hipócrita.

Una sociedad que por un lado condena los anticonceptivos, la pastilla del día después, el uso del preservativo, y por otro fomenta el machismo, el sexismo e incluso la violencia, a través, por ejemplo, de programas y series de televisión, en donde la mujer sigue siendo un simple objeto, puta sin derechos. Por ello, la marcha es sobre todo un rechazo frontal a toda forma de maltrato, discriminación y violencia.

Ha llegado el momento de terminar con esa perversa calificación de mujeres buenas o malas, por el solo hecho de asumir una libertad estética o sexual. De respetar la libertad de género, que va más allá del simple hecho biológico. Y también de terminar con ese “de” (de propiedad) al convertirse en mujer casada. De terminar con los estereotipos, por ejemplo cuando una mujer tiene relaciones sexuales frecuentes, es promiscua. La mujer es condenada, pero el hombre es aplaudido.

Pero también es hora de asumir nuestra masculinidad o feminidad a plenitud, sin vergüenzas ni pudores. Por ello, mañana estaremos en la marcha, caminando firmes y con la voz altiva. Acompañados y respetando el modo de ser y de vestir de cada uno; siendo libres. ¡Qué del putas!

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