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El Telégrafo
Rodolfo Bueno

Todos somos Palestina III

01 de septiembre de 2014

La colaboración entre nazis y sionistas es tan extensa como el tejido de Penélope y tan vieja como la sarna. En junio de 1933, los sionistas alemanes comunicaron al Partido Nazi que “un renacimiento de la vida nacional como el que se da en la vida alemana... también debe tener lugar en el grupo nacional judío.” El Congreso Sionista Mundial de 1933 rechazó por abrumadora mayoría una resolución para actuar contra Hitler, rompió el boicot judío y se convirtió en el principal distribuidor de productos fabricados por los nazis en Oriente Medio y en Europa; como retribución, Hitler anunció un acuerdo destinado a recibir capitales judíos para el Banco Anglo Palestino.   

Posteriormente los sionistas invitaron a Von Mildenstein, miembro de la Seguridad de las SS, para que en apoyo al sionismo visitara Palestina; Goebbels, Ministro de Propaganda de Alemania Nazi, en conmemoración a esta visita acuñó una medalla con la esvástica en un lado y la estrella de David en el otro. Heydrich, jefe Seguridad de las SS, escribió que los sionistas “cuentan con nuestros mejores deseos y con nuestra buena voluntad oficial”. Adolf Eichmann fue invitado a Palestina como huésped de las Haganah, donde se le informó que “los círculos nacionalistas judíos estaban muy complacidos por la política radical alemana”, que permitía a la población judía de Palestina llegar a tener superioridad numérica sobre los árabes.

Más adelante, durante la Segunda Guerra Mundial, Isaac Shamir, quien fuera Primer Ministro de Israel, propuso un pacto militar entre el Irgun sionista y el Tercer Reich. En esta propuesta se dice que es conocida la buena voluntad del gobierno alemán para con la actividad sionista en Alemania y que hay intereses comunes para la instauración de un Nuevo Orden en Europa, según la concepción alemana; que el establecimiento del “Estado judío histórico sobre una base nacionalista y totalitaria y unida por tratados con el Reich Alemán, estaría en el interés de mantener y fortalecer la futura posición de poder de Alemania en el Medio Oriente”. A partir de estas consideraciones, “el Irgun se ofrece a participar activamente en la guerra del lado de Alemania”.  

Es que el objetivo sionista nada tenía que ver con salvar a los judíos del Holocausto, muy por el contrario, sabían que el judío europeo, una vez a salvo, se instalaría en cualquier lugar menos en el Medio Oriente; por eso veían cualquier esfuerzo en esa dirección como una amenaza a su proyecto de conquistar Palestina. Solo necesitaban del Holocausto para convencer a los sobrevivientes de retornar a Sión.

Por algo Einstein, en carta abierta suscrita por prominentes judíos, acusó a los sionistas de preconizar en el seno de la comunidad judía una “mezcla de ultranacionalismo, misticismo religioso y superioridad racial”, signo indudable de un partido fascista para el cual el terrorismo “es un medio para alcanzar su objetivo de ser un Estado líder”, y se asombró de que todavía hubiera quienes, correctamente informados sobre el pasado criminal del sionismo, pudieran apoyar este movimiento.

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