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El Telégrafo

Todos somos la selección

18 de octubre de 2013

Una vez lograda la clasificación al Mundial de Brasil, todo es euforia y alegría.  Todos gritando ¡Sí se puede! y ¡Viva el Ecuador!  Y, en este caso, todos quiere decir todos. No hay otro elemento que unifique tanto ni identifique a ciudadanos y ciudadanas como la selección de fútbol. Por ello, todos festejamos esta clasificación, no importa que se haya dado incluso perdiendo el último partido de las eliminatorias. La selección, además de unificar, es el único espacio de carácter nacional que ha logrado tender puentes, establecer diálogos cercanos, romper barreras de todo tipo:  ideológicas, políticas, regionales, generacionales e incluso étnicas.

Mientras los actores políticos, desde el Gobierno y desde la oposición, dinamitan constantemente los escasos puentes, la selección los construye y reconstruye en cada partido; mientras los líderes locales delimitan sus espacios y territorios, la selección los amplía; mientras el líder nacional confronta de modo permanente, la selección dialoga y aglutina. Por ello, todos nos articulamos en su esencia y nos sentimos representados y así, convertidos en país, juntos luchamos por un gran objetivo: ganar y clasificar.

Sin embargo, es necesario que la euforia de la clasificación no oculte los graves problemas estructurales de nuestro fútbol. La verdad es que hemos avanzado muy poco. Los únicos que han mejorado sustancialmente son los jugadores, ya la mayoría del equipo titular juega en el exterior, en ligas mejor organizadas, en equipos que han dado saltos cualitativos en su estructura, en su modo de concebir el deporte más popular del mundo, lo que ha generado un crecimiento, no solo deportivo (el caso Valencia es emblemático) sino también en la vida personal de esos deportistas.

La estructura de nuestro fútbol es caduca, con un campeonato de clubes organizado a través de asociaciones provinciales. Absurdo que se sostiene por la vigencia de un sistema clientelar aupado por un presidente de la Federación que solo quiere mantenerse en el cargo y no renovar y actualizar los modelos de gestión de nuestro fútbol. Por ello, la mayoría de los clubes está quebrada y adolece de un mínimo esquema de organización funcional. Seguimos creyendo en los mecenas y no en un modelo eficiente, moderno y rentable.

Hay que decirlo: el propio periodismo deportivo no ha crecido; los comunicadores, en su  mayoría, siguen siendo hinchas con pluma y micrófono, y no profesionales responsables. Informamos al calor de los resultados, sin análisis ni profundidad. Con preguntas de farándula y no de investigación.  El cuerpo técnico de la selección maneja, científicamente, la información de cada uno de los jugadores convocados, su rendimiento en partidos, en entrenamientos, etc. Información detallada y disponible que jamás ha sido requerida por el periodismo deportivo que, además, baila al ritmo que la FEF le impone.   

Que este espacio -ocho meses- que nos separa del Mundial nos sirva para crecer, para mejorar, para transformar nuestro fútbol.  Y que la  selección nos sirva de ejemplo para tender puentes, para dialogar, para construir un país articulado, unificado alrededor de objetivos y metas nacionales.

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