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El Telégrafo

Todos somos el Yasuní

20 de agosto de 2013

La fotografía de Lucio lleva una leyenda: “Con Lucio ni siquiera sabíamos dónde quedaba el Yasuní”. Broma que no deja de ser verdad, hasta cierto punto. Porque siendo sinceros y hablando desde la normalidad de quien no se ocupa permanentemente del tema, antes de la propuesta de Rafael Correa para dejar el petróleo del Yasuní bajo tierra, ¿quién sabía dónde estaba, de qué se trataba, siquiera si existía el Yasuní? ¿A quién le importaba?

La humanidad suele ser inconsecuente por naturaleza. Incongruente. Inconsistente. Y como siempre, se pasa los días y las horas a la caza de la paja en el ojo ajeno. En las redes sociales ahora mismo pululan los reclamos a veces insultantes e injuriosos contra el actual Gobierno ecuatoriano y su máximo líder por haber decidido proceder a la explotación petrolera de una parte (mínima, según afirma) de la zona del Yasuní.

¿Estaríamos dispuestos a dar un porcentaje de nuestras ganancias para suplir, en algo, lo que los grandes ni siquiera pensaron jamás en donar?Pero parecería que en este ámbito cabe plantearse otras preguntas, y contestarlas desde la más absoluta sinceridad. Por ejemplo: ¿estaríamos dispuestos a dar un porcentaje de nuestras ganancias para suplir, en algo, lo que los grandes ni siquiera pensaron jamás en donar? Es verdad, siempre sonó un poco ingenuo que grandes corporaciones, gobiernos y otras instancias oficiales quisieran ceder una cantidad de dinero para “comprar” el petróleo con la condición de que permaneciera bajo tierra, ¿pero cuántas personas normales, “naturales”, están dispuestas a donar algo?

Otra pregunta: ¿qué impacto ambiental provoca nuestra vida cotidiana de individuos, gente corriente? ¿Cuántas fundas plásticas usamos en un día? ¿Cuánto contaminamos? ¿Cuántas personas salvan en auto una distancia menor a las 10 cuadras por pura pereza? ¿Cuánto de nuestra vestimenta, de nuestros insumos diarios y de nuestros objetos personales está constituido por derivados del petróleo? En Quito, al instaurarse el “Pico y Placa”, ¿cuántas personas o familias pudientes adquirieron un nuevo vehículo para ahorrarse un día de restricción y pequeña incomodidad? De ellas, ¿cuántas lloriquean impúdicamente ahora por la explotación del Yasuní?

Si bien el proyecto como tal, por el momento, no se ha podido implementar, hay un mérito que nadie le reconoce a quien tuvo la idea en primera instancia: con Lucio, con Mahuad, con Abdalá, con Noboa, con Alarcón o Arteaga el Yasuní era mucho menos que un lugar. Y si bien no se logró lo que se buscaba, por lo menos se consiguió ponerlo en la consciencia de todos, aunque sea para que duela un poquito más cada vez.

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