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El Telégrafo
Lucrecia Maldonado

Tiempos compulsivos

09 de julio de 2014

Así se llama una serie de la televisión argentina. Allí los terapeutas de una fundación mantienen un grupo de apoyo para personas con comportamientos compulsivos como hacerse cortes en el cuerpo, con una personalidad múltiple, mentir sin necesidad o vivir conectado a internet sin poder salir de ese espacio virtual.

No es este espacio para referirse a la serie, su calidad o sus incidencias. Sin embargo, haberla visto y disfrutado da pie a que se observe (quizá compulsivamente) a las personas y comportamientos que están a nuestro alrededor, así como para volver la mirada hacia dentro y evaluar las propias compulsiones con humildad y madurez.

Está, por ejemplo, el amigo de una red social que se ponga lo que se ponga lo deriva a una crítica al gobierno actual. Se puede poner un estado relacionado con las lunas de Saturno, que él busca el giro por donde pueda mencionar algún aspecto negativo de este régimen. ¿De qué nos habla esa compulsión? Tal vez de lo mismo que habla la compulsión de quien, desde su perspectiva, defiende al régimen irrestrictamente. Quién sabe.

Están los futboleros. Y, para muchos, eso tal vez no sea compulsión. Pero basta observar sus actitudes, ponerse la camiseta literalmente, cómo definen su día y su vida en torno al Campeonato Mundial por lo menos hasta el momento en el que el equipo sale eliminado entre llantos, acusaciones y maldiciones de todo calibre.

Pequeñas grandes compulsiones se observan al conducir menos de cinco cuadras por cualquier sector de la ciudad: están quienes no quieren que les agarre en la vía ningún semáforo en rojo… y cuando esto sucede se hacen de la vista gorda. Quienes consideran una ofensa personal ser rebasados por una mujer. Quienes creen que respetar un paso peatonal es humillación infinita.

En nuestro tiempo y en nuestro medio existen compulsiones más graves: adicciones al alcohol, a diversos tipos de sustancias. Comportamientos autodestructivos, como trastornos de alimentación o pequeñas automutilaciones que van desde comerse las uñas hasta hacerse cortes en el cuerpo u otro tipo de autoagresiones.

Y, en últimas, ¿de qué nos hablan todas estas situaciones? Tal vez de la necesidad de llenar nuestra alma con algo que no sea la expectativa política, el ego ligado al volante, el improbable triunfo de la selección, las sustancias, la delgadez, el amor ajeno… Tal vez de la urgencia de que, como personas, familias y comunidades, podamos encontrar un eje espiritual que nos sostenga, y bien.

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