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El Telégrafo

Tiempo electoral y estado de excepción

03 de diciembre de 2012

El tiempo de elecciones -más allá del tiempo formal definido por el ente electoral- se va cargando de fórmulas repetitivas, no solo en las candidaturas, sino en los modos y procedimientos de hacer política y a la vez conseguir votos y alcanzar un cargo. Estos procedimientos, en general, repiten las mismas consignas, discursos y acciones e incluso los propios analistas políticos, que se repiten en los grandes medios, parecen repetir los mismos argumentos, aun si se apoyan en estadísticas, sondeos, encuestas, estudios y publicaciones recientes.

Lo que sí es claro es que el tiempo electoral se abre como en un campo de excepciones políticas; sonaría contradictorio, pero no lo es, ya que la misma lógica del armado de Estados liberales clásicos impone o trata de imponer una sola lógica de discusión acerca de la política, es decir, que ya no es ni siquiera el gobierno de turno el que define el campo político, sino todo el acumulado histórico de un país.

Sin embargo, no se puede negar que la agenda electoral ha sido impuesta por el gobierno actual y encontramos unas oposiciones meramente reactivas, incapaces de adelantar el paso al gobierno, pero en cualquier caso, los tiempos electorales en la lógica republicana demarcan las narraciones correctas del quehacer político y de pronto nos vemos atrapados en una circularidad de discursos morales de la excepcionalidad. Este estado de excepción se convierte en el campo de excepción de lo no político.

Por eso hay que entender que el tiempo político electoral es solo uno de los tiempos de la política. No se desmerece este tiempo porque en él se juega la legitimidad y legalidad de continuar o no con un proyecto, ¿pero qué pasó antes y después de este tiempo?, ¿cuánto de la política como acción y lucha social ha atravesado a todos los estratos sociales para que de sus consecuencias se demarque el tiempo electoral?, pero en nuestro país aún el proceso es inverso, partimos de las elecciones al campo de la lucha política, incluso los sectores históricamente activos en esa lucha como que se pierden en el campo político electoral; el estado de excepción los gana a transformarse, a presentarse mejor ante la sociedad; como una proyección ampliada de la realidad.

En estos tiempos ganan fuerza los análisis de coyuntura, aquella forma soterrada de dejar de hablar de la historia social y la memoria colectiva que el neoliberalismo introdujo eficazmente en las ciencias sociales, incluso en las tendencias más radicales de izquierda; logrando que la política sea un escenario lleno de formas y comportamientos ensimismados y, por supuesto, con sus actores, entre ellos los analistas políticos mediatizados.

Este tiempo de excepción es marcado aún por las reglas de un neoliberalismo aún enquistado en el Estado, bajo las formas de autonomías locales o regionales infectadas del viejo sistema político hacendatario aún sobreviviente. ¿Cuándo llegará el tiempo de debatir la viabilidad de lo republicano en el siglo XXI?

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