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El Telégrafo

Tiburones o delfines

13 de agosto de 2013

La mayor parte de la sociedad ecuatoriana e internacional ha saludado el diálogo iniciado en Colombia entre el Gobierno y las FARC, una esperanza que se abre en ese oscuro túnel de violencia. Sabemos que es un proceso complejo, pero que encararlo es un reto histórico inexcusable. Casa adentro, se ha abierto la posibilidad de un diálogo entre el Gobierno y el movimiento indígena, un actor no solo social sino también político, que cuenta con una historia acumulada de lucha y reconocimiento internacional.

Si bien las condiciones en estos dos procesos son distintas, hay un hilo conductor que las cruza: la necesidad de dialogar. Para que se establezca un diálogo se requieren algunas condiciones previas como manifestaciones de voluntad política de ambas partes, la asimilación de las lecciones del pasado y gestos de reconciliación que creen un ambiente de mayor confianza. Una vez que el diálogo ha sido aceptado por las partes, se vuelve necesario fijar una agenda realista y no maximalista; establecer un orden de prioridades en los temas; hacer una suerte de “cese al fuego”, que en este caso se traduce como dejar de agredir al otro. Los negociadores aconsejan no levantarse de la mesa hasta llegar a algún acuerdo, establecer vocerías autorizadas y tener una estrategia de comunicación que genere una opinión pública favorable al diálogo.

Los procesos de diálogo, por su propia naturaleza, son muy frágiles, y requieren por ello mucho cuidado en su desarrollo. Hemos visto en el mundo fracasar procesos de paz y diálogos que luego han reventado en luchas fratricidas, con costos humanos altísimos. Los expertos en diálogos nos plantean que hay dos formas básicas de negociar, como “tiburones” o como “delfines”. Estas son metáforas muy sugestivas que describen la voracidad con la cual nos podemos sentar en  una mesa a dialogar, o la inteligencia que podemos utilizar al hacerlo.

Apostamos que en nuestro país podamos ser inteligentes y empáticos delfines, que construyamos un ambiente propicio para que estos diálogos se inicien y prosperen. Diálogos necesarios antes de que las diferencias lleguen a límites inmanejables, antes de que los ex abruptos, nivel de agresión y  posiciones se afinquen en irreconciliables. Se requiere una estrategia sagaz de parte del movimiento social para abordar varios temas que son de su preocupación, como el agua, la tierra, la explotación de recursos, la denominada criminalización de la protesta social. Cuidar de preservar su nivel de autonomía y criticidad. De parte del Gobierno, perspicacia para encarar esta agenda, cuidando la representación, su capital político y los intereses de la mayoría del pueblo ecuatoriano.

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