El proceso electoral que designará al nuevo presidente de Estados Unidos está concluyendo. Aparte de la actividad de los candidatos, la tradición determina la realización de tres debates en los que se abordan temáticas referidas a los problemas internos y de la política exterior, de forma que aclaren ante los electores la visión de cada uno acerca de la situación dentro y fuera de fronteras. En ese contexto se cumplió el tercer encuentro frente a la televisión y radio del presidente demócrata Barack Obama y su rival republicano Mitt Romney.
Los analistas señalan que la audiencia fue menor que en los dos primeros encuentros, lo que se explica, según ellos, porque al mismo tiempo se efectuaban importantes eventos deportivos. El dato no habla bien de la cultura política del pueblo estadounidense.
Voceros europeos y latinoamericanos atribuyen el desinterés a la ausencia de pronunciamientos que despierten la atención de las mayorías, que son marginadas del quehacer político, con el objetivo de impedir que la energía popular aborde caminos que han comenzado a recorrer quienes protestan en las afueras de Wall Street y constituyen, según su declaración, el 99% de ese pueblo.
La entrevista abordó temas relativos al poderío militar estadounidense. Discutieron sobre el monto del presupuesto bélico, insistieron en “la misión” de EE.UU. de velar por la paz del mundo imponiendo, a su criterio, apoyos y condenas. La adhesión incondicional a Israel y la repulsa a Irán fueron puntos de coincidencia, igual que el papel jugado en la “primavera árabe” y la estrategia para eliminar enemigos como Kadafi y Bin Laden. Los disensos se dieron respecto a China y el conflicto sirio. Mientras Obama planteó la acción armada en Damasco y Teherán como última instancia, Romney pedía una acción inmediata.
En forma rápida, Romney mencionó a América Latina y sus potencialidades. Obama no respondió. Nuestra región estuvo ausente de la atención de los candidatos, demostrando que para ellos seguimos siendo su patio trasero. Obama incumplió sus promesas de regularizar la inmigración latina, pero la posición de Romney se acerca a la de los tristemente célebres gobernadora y sheriff de Arizona.
Nada podemos esperar de un nuevo gobierno ejercido por quienes, con matices, ofrecen la guerra como solución. El mundo pende de un hilo mientras no actúen las mejores fuerzas al interior de EE.UU., y reconduzcan su país hacia una paz compartida con toda la humanidad.