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El Telégrafo

Taitas y mamas, nunca más el olvido

26 de abril de 2013

Aún recuerdo el rostro de alegría de María Fernanda Espinosa (entonces Ministra Coodinadora de Patrimonio) cuando le comenté que teníamos, con Ivis Flies, un proyecto para dignificar la vida de nuestros músicos mayores. La alegría se posesionó en ella porque de inmediato entendió que era necesario empezar a pagar esa deuda histórica con los artistas y creadores del país. “No podemos volver a llegar tarde, tal como sucedió con Milton Tadeo”, le dije. Su respuesta, firme y entusiasta, fue: “Adelante, hagámoslo ya”. Y así fue. Así se hizo. Así nació el proyecto, que hoy es una dichosa realidad, “De Taitas & de Mamas”, que reúne a seis de nuestros músicos mayores.   

Es indescriptible la vitalidad, las ganas, la esperanza que ilumina la mirada de nuestros  taitas y mamas. Mirada que expresa, de modo transparente, la satisfacción que sienten porque, al menos, al final de sus días, han recibido el reconocimiento y trato que merecían desde hace muchos años. Estaban olvidados y abandonados, al igual que muchos otros artistas y creadores. Viven precariamente, sin embargo, nunca dejaron de hacer música. Nunca dejaron de crear y componer. Nunca recibieron nada a cambio, apenas, de vez en cuando, unas limosnas y palmaditas en la espalda. Y nunca se recogió ese trabajo creativo, esas canciones heredadas de sus abuelos, en unos casos, y composiciones propias, en otros.  

Con este proyecto se ha logrado preservar ese patrimonio sonoro auténtico, “sin remedar a nadie” como bien dice Julián Tucumbi, pero también se ha conseguido difundirlo a nivel nacional y, al mismo tiempo, garantizar que en el final de sus días tengan una vida digna.
Sin embargo, el proyecto debe ir más allá. Debe servir para que, al fin, se generen políticas públicas para la cultura, para los artistas y creadores. En este caso son apenas seis, pero son muchos los que, ahora mismo, atraviesan situaciones similares o peores.

Esta iniciativa debe servir para que nunca más nuestros artistas lleguen al final de sus días prácticamente en la indigencia y deban organizarse colectas para cubrir tratamientos médicos, y más aún, para sufragar los gastos del entierro. Nunca más se debe escamotear los derechos autorales de nuestros artistas. Nunca más se debe negar su acceso a los medios de comunicación y a la difusión de sus canciones. Y nunca más se les debe negar el reconocimiento público, desde el Estado y desde la ciudadanía, a su trabajo creativo.

El gran concierto que ofrecieron los seis taitas y mamas en el Teatro Nacional Sucre fue un ejemplo de lo que debe convertirse en un hecho cotidiano. Nuestra música, con su gran diversidad sonora, debe ocupar los mejores espacios, los lugares más emblemáticos. Y los aplausos prolongados (y con lágrimas) del público que repletó hasta la bandera (literalmente) el teatro debe servirnos también para que, de una vez por todas, se abran de par en par las puertas de los mejores escenarios. Por eso no queda más sino agradecer y honrar a nuestros taitas y a nuestras mamas por enseñarnos que hay un Ecuador auténtico, honesto y creativo. Larga vida a nuestros taitas y mamas.

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