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El Telégrafo

Suerte de gallero

31 de mayo de 2012

Parodiando este refrán entre galleros, diremos más bien “suerte de banquero”, al recoger el sabio criterio de una vecina que les envidia por la facilidad con que hacen la “plata”, pues asegura, en qué otra profesión ponen en fila a la gente y con el cuento de que “no hay sistema”, se niegan a pagarle sus cheques y retiros; en cambio sí tienen “sistema” para recoger el dinero de los que van a depositar. Cuando han reunido el cushqui suficiente, recién habilitan la ventanilla de pagos, es decir atienden cheques y retiros con la plata de los mismos clientes, sin arriesgar nada. Así cualquiera es banquero, dice la vecina.

Lo más chusco es que nos creen idiotas y desmemoriados, como que ya nos hemos olvidado de los 8 mil millones de dólares que levantaron con el fraude bancario. Volvieron a arremeter desde las gerencias y a través de sus cajas de resonancia criticaron al Biess por su extraordinaria y rápida gestión de colocar miles y miles de créditos hipotecarios
para vivienda con tasas de interés accesibles y a plazos razonables; en tanto que los banqueros, embelesados en el filón inmobiliario, no repararon en la burbuja fraudulenta del negocio y como premio consuelo compraron la cartera vencida de bancos españoles para hacerse pagar con bienes de los deudores y sus garantes en el Ecuador, sin importarles que esos miserables han perdido la casa, el valor de la entrada, los abonos y todavía más, han quedado con el gravoso peso de una deuda casi intacta.

Que no tienen corazón, solamente un enorme bolsillo, dicen. Por ello será que pusieron el grito en el cielo con la aprobación de la reforma planteada por el presidente Correa, en virtud de la cual, con la entrega de la casa o el vehículo financiados por un banco, se acaba la deuda y ¡punto! Que se va a restringir la inversión extranjera, alegan. ¿Entendieron? Ni yo. Son los que no creen en el país y fugan sus capitales a paraísos fiscales donde financian el progreso de esas poderosas economías. El Impuesto a la Salida de Divisas fue la respuesta oficial. El que quiera celeste que le cueste. Qué diferencia con las generosas remesas de nuestros compatriotas que siempre añoran su retorno a la patria ausente.

Ahora vuelven a molestarse por la disposición gubernamental de no cobrar ni un centavo por el otorgamiento y renovación de las tarjetas de crédito por las que las casas comerciales les pagan un suculento porcentaje. Ellos mismos quedaron en evidencia cuando se quejaron que por esa disposición dejan de recibir 105 millones de dólares anuales. Es la suma que los bancos les sacaban del bolsillo a sus pobres tarjetahabientes. En venganza porque les quitaron el caramelo de la boca han decidido no emitir los estados de cuenta que tienen la obligación de entregar a sus clientes, con lo cual se ahorran la impresión y de paso molestan al Gobierno, que es lo que realmente les encanta, porque están en la primera fila de la oposición, con el “care niño” hijo DP a la cabeza. Suerte de banquero.

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