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El Telégrafo

Stalin y Trotsky II

06 de enero de 2014

La verdad es que tras las bizantinas discusiones sobre la revolución permanente y la fiel interpretación del legado de Lenin estaban ocultos los intereses de las distintas fracciones revolucionarias que luchaban por la toma del poder. Finalmente triunfó Stalin, y Trotsky, luego de ser expulsado del Partido Comunista, se exilió y organizó la "Oposición de Izquierda Internacional" a través de una facción de la III Internacional.

Stalin no era eslavo sino de Georgia y, según un decir ruso, ‘por donde pasa un georgeano, un judío no tiene nada qué hacer’. También era un típico Capricornio: diamantino de voluntad y mandatos inamovibles; le sobraba astucia y tenía la paciencia de una araña que en un rincón espera a su víctima; una honradez tan sin tacha que sus hijos no heredaron un centavo y no se conocía ni lo que pensaba ni lo que deseaba.

Dominaba el don de la ubicación, siempre maniobraba para estar en mayoría y en los lugares y momentos precisos. Supo sacar pingüe ventaja de las debilidades y ambiciones  de sus adversarios: se unió con Zinoviev, Kamenev y Bujarin para vencer a Trotsky; con Bujarin para derrotar a Zinoviev y Kameniev. Después no le costó trabajo eliminar a Bujarin, que se quedó totalmente aislado. 

Luego de la toma del poder por Hitler se intensificó en Alemania la persecución a los comunistas y a todo opositor, Trotsky formó la IV Internacional y se exilió en México, donde fue asesinado por Ramón Mercader, un personaje oscuro que se presume era agente de los servicios secretos soviéticos.  
El estalinismo fue la época en que en la URSS se vivió la más dura represión, pero toda Europa cojeaba de la misma pata y casi todos los gobiernos europeos eran regímenes opresores.

En Stalin se concentró toda la gloria y la tragedia de los pueblos de la Unión Soviética, pues en ese país nacían, crecían y morían bajo su férula protectora; sólo a él se le oía opinar sobre política, literatura y arte, veían las películas que le gustaban, cantaban sus canciones predilectas, escuchaban los chistes que lo hacían reír y, en general, vivían un estilo de vida que él aprobaba con meticuloso detalle. 

Kruschev criticó a Stalin en un informe llamado: "Culto a la personalidad del camarada Stalin". Pero ¡cómo Kruschev podría desestalinizar la URSS si él mismo  era un fanático estalinista, y de los peores! Fue parte de las troikas, grupos formados por 3 dirigentes del Partido Comunista, que condenaban a muerte a cualquier inocente sin apelación alguna.  Sólo se detuvo cuando Stalin le gritó: "¡Para ya! Imbécil".

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