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El Telégrafo

Stalin y Trotsky (I)

30 de diciembre de 2013

Luego de la muerte de Lenin se desató la lucha política entre los partidarios de Stalin y los de Trotsky por la captura del poder político de la URSS. Según Stalin, el socialismo se podría construir en Rusia por tratarse de un país gigantesco y con mucho recurso, en cambio Trotsky postuló la tesis de la revolución permanente, según la cual la revolución en un país atrasado como Rusia no podía sobrevivir, a menos que la revolución triunfara en los países avanzados del mundo occidental.

Trotsky creía que la historia le había jugado una broma pesada a la humanidad al crear condiciones revolucionarias en un lugar donde las bases materiales para dar cuerpo a las ideas socialistas no se habían alcanzado y que lo pasado en Rusia era el preámbulo de lo que debería suceder en Alemania o los Estados Unidos, le pareció imposible pretender la edificación del comunismo en la Unión Soviética por carecer de una clase obrera desarrollada. También sostuvo que Stalin había sustituido la frase “El Estado soy yo”, del rey Sol, por “La sociedad soy yo”, y lo acusó de abandonar la revolución mundial por algo imposible, por la construcción del socialismo en un solo país, para lo cual, según Stalin, era necesaria la dictadura del proletariado. No pensaba así el marxista Plejanov, quien escribió que la dictadura de un partido terminaría en la dictadura de una persona; por eso, para Trotsky, la de Stalin debía degenerar hasta constituirse en la negación misma del comunismo.

Trotsky era un impaciente que se dejaba arrastrar por su inmodestia y no lograba ocultar sus ambiciones personales, lo que le granjeaba el rechazo de algunos de sus camaradas. Proclamaba que el capitalismo jamás permitiría edificar una nueva sociedad y que sus ataques derrumbarían lo poco que se lograra erigir; asimismo, manifestaba que los rusos eran tan atrasados que, en el mejor de los casos, lo único que podrían establecer sería una caricatura del comunismo.

Pero, a pesar de que era un conocedor erudito de la cultura europea y de su enorme preparación intelectual, fue derrotado fácilmente por Stalin, no solo porque él supo extraer pingüe provecho del ancestral antisemitismo del pueblo ruso, y Trotsky era judío, sino porque mientras sus camaradas dirigían el Ejército Rojo, la seguridad política y los sindicatos, creyendo así estar más próximos al poder, Stalin tomó un puesto que todos despreciaron: la Secretaría General del Partido Comunista de la Unión Soviética y, a través de sus organismos, controló todos los resortes del Estado soviético.

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