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El Telégrafo

Somos mal llevados

10 de agosto de 2012

Hay un error dentro de la concepción de las penalidades enmarcadas en las prohibiciones reglamentarias. O es que somos mal llevados. Dentro de un sistema civil la intención jurídica debería apuntar hacia la despenalización de las leyes.

Se busca reducir las penas restrictivas de la libertad para aquellas ilegalidades cometidas por individuos que no son necesariamente criminales. Es decir, aquel que maneja a 65 km/h dentro de la ciudad no es necesariamente un delincuente pero, en la actualidad, lo hace merecedor, entre otros premios, a tres días de cárcel.

El problema está en que aquella persona que va presa seguramente perderá su trabajo y su sueldo por salir tarde de la casa, o tener una emergencia biológica o andar en una calle despejada. Es irracionalmente severa dentro de un sistema que busca una justicia distinta. Una justicia ágil y expedita. En cambio, nos convertimos en un estado del miedo ante los excesos legales de la autoridad. Una nueva concepción de la lex dura, sed lex.

Pero regresemos al paradigma sociocultural en el que nos desenvolvemos. Somos ciudadanos de la viveza criolla. Somos los padres del tramitador, de la coima metodológica y del nepotismo institucionalizado en cada instancia de la sociedad civil: desde la mecánica hasta en los concursos de mérito y oposición. Acá no es un problema irrespetar la ley, aquí el problema es que te cojan haciéndolo. No es una crítica despatriada. Es un mea culpa. 

Dentro de la reglamentación urbana, si no te ven no es delito. Los límites de velocidad dentro y fuera de la ciudad no han cambiado. Nunca los hemos obedecido, hasta que nos comenzaron a llevar presos. Lo mismo con las zonas de parqueo y su respectiva wincha proverbial. Y el Pico y Placa.

Y la cultura tributaria. Hace algunos meses me entregaron un reglamento municipal para pasear a los perros que incluía una multa de $ 500 por dejar las heces en el suelo. La ley lo prohíbe, el reglamento lo sanciona. Yo sigo pisando caca.

Vicente Albornoz hizo una apología neoliberal sobre las libertades alabando la campaña de Don Evaristo en la alcaldía de Rodrigo Paz. Exitosa como pudo serlo, la campaña fue realizada hace 20 años, cuando la geografía, demografía y realidad social eran completamente distintas.

Lo que ahora parece funcionar es la severidad punitiva. Y funciona. De lo que va del mes, nadie me ha lanzado el auto y todo el mundo da paso. Hay una resignación desairada de la cordialidad ante el miedo del velocímetro vigilante. Y sí, a lo mejor sí somos mal llevados.

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