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El Telégrafo

Solidaridad a lo burgués

17 de noviembre de 2013

Se inicia hoy en Quito, desde el templo de un sector de gente considerada pudiente, una campaña de ayuda al pobre, que continuará cada domingo hasta el último de diciembre. Merece apoyo, porque apela a la solidaridad, virtud que debería practicarse con autenticidad.

La solidaridad es una forma de caridad, que para ser auténtica debe traducirse en amor eficaz, que transforme la realidad, no simple bálsamo o consuelo momentáneo, esbozo de caridad.

Con buena intención se anuncia una colecta a la que se invita a los afortunados, “por todo lo que Dios te ha dado, un techo seguro, un trabajo, el pan diario, salud, un auto, la paz,”, invitándolos oportunamente a tener en cuenta “que existen muchas familias que no tienen tu suerte y lo único que tienen es esperanza en que personas lindas y generosas como tú las ayuden”.

Sin embargo, la ayuda que se pide es: “que nos colabores con ropa de medio uso en buen estado que tú y tu familia ya no usen y que para las familias que ayudamos será de gran bendición”. Y se agrega que las donaciones pueden ser “zapatos para hombre, mujer y niños de toda edad, ropa de bebé, cobijas, sábanas, colchones, trastos, muebles, víveres en general y todo lo que desees donar”.

Es un tipo de solidaridad, sin mayor consecuencia en la transformación de la realidad, que converja en un movimiento a favor de que los pobres e indigentes también tengan un techo seguro, un trabajo, el pan diario, salud, y hasta un medio de movilización apropiado.
Visto desde una perspectiva práctica, es más bien una oportunidad que se brinda a los pudientes para deshacerse gratuitamente de su ropero y mobiliario viejos, pues la campaña ofrece retirar la donación de las casas y oficinas. Esto dista de un amor eficaz, que transforme la vida del indigente.

Cierto, el pobre también necesita ropa y utensilios, y la campaña lo facilita. Merece apoyo, pero en la medida en que con esto se inicie un proceso de verdadera solidaridad, íntimamente ligada con la justicia, la equidad, la remuneración adecuada del trabajo, la creación de empleos, el rechazo a la discriminación de todo tipo.

Ya el mismo papa Benedicto XVI había pedido dar muestras de “caridad eficaz” con los más pobres, al animar hace unos años a “participar generosamente” en la colecta que se realiza en Argentina cada año en septiembre en todos los templos del país.
Para esta Navidad y cuando haya que acordar el nivel del salario mínimo, practiquemos el amor eficaz. Compartamos no solo lo que nos sobra. Contribuyamos a una redistribución significativa del ingreso.

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