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El Telégrafo

Socialismo del Buen Vivir

17 de enero de 2014

La utopía de alcanzar los cambios profundos y fundamentales en favor de las grandes mayorías, frente a una sociedad mercantilista e inequitativa y, además, modificar sustancialmente las relaciones sociales, entre los ciudadanos, fueron y son los fervientes incentivos y alicientes para batirse, por un mundo más íntegro y solidario -ideales y acciones- de múltiples generaciones en todo el orbe. El acontecer histórico de las luchas reivindicativas seguramente debió remontarse a miles de años. Nuestra nación  no estuvo ajena a las  gestas emancipadoras desde la conquista española, hasta la actualidad: las lides de Rumiñahui; Espejo; de las Manuelas; las de la Alfarada. Triunfos y derrotas, masacres como las del 15 de noviembre de 1922 y las del 3 de junio del 59 son compendios históricos de la patria, con sus dolores y batallas, sus esperanzas y entelequias.

Mas, hace 7 años, Ecuador vive tiempos revolucionarios, en los que se va consolidando un proceso insurreccional pacífico, encabezado por un dirigente fundamental, con el apoyo de gran parte del conglomerado nacional, unidos en la dialéctica del progreso, las innovaciones institucionales y la construcción de una obra pública medular y, por tanto,  la acción en pro de mejores días para los más débiles y desposeídos -los condenados de siempre- es cierta  y ha permitido  plantar en nuestra tierra los ideales  de un flamante régimen ideológico: el socialismo del Buen Vivir.

Y es que la incongruencia que existía hasta 2006 en nuestro territorio y las miserables condiciones que sufría el pueblo ecuatoriano bajo el nefasto régimen burgués establecieron el profundo pesimismo de la población, que se exhibía como marca de país y que hacía agotar la fe en la viabilidad de un porvenir justo y esperanzador. La réplica popular, sin embargo, insistió en sus tesis básicas, los hechos de la crisis económica social del fin del milenio, la descomposición moral de quienes desgobernaron la república desde 1830 -exceptuando los paréntesis civilizatorios de los gobiernos de Alfaro- eran una herida abierta. En consonancia, las premisas materiales y espirituales para la revolución estaban dadas y apareció el artífice para crear un nuevo sistema de profundos cambios socioeconómicos, a pesar de los profetas del desasosiego e inmovilismo desde el extremismo de la izquierda pueril, de la derecha retardataria y la mediocracia venal.

El socialismo científico posibilitó, a partir del siglo XIX, descubrir las leyes del orden social y concebir a la historia del desarrollo humano como una colina cuya cima es un futuro lleno de oportunidades para realizarse y ser felices para casi la totalidad de los seres humanos. El Estado naciente, a la nueva realidad, política-social, obviamente, deberá superar durante un período prudencial de tiempo las secuelas y los vicios del vieux regime en la propia actividad de las funciones estatales y en la conciencia colectiva de las masas, y paulatinamente solucionar en plenitud la contradicción entre el ideal de socialismo del Buen Vivir y el legado del capitalismo.

Es la gran tarea de los nuevos años, solventar la compleja problemática de sustituir un modelo de desarrollo neoliberal, en algunos casos parasitario que muchas veces prosperaba bajo el signo de la explotación al obrero y la dependencia: financiera externa e interna, tecnológica y política, por un paradigma distinto, signado por el servicio a la sociedad y no por el afán de lucro, pero que soporta una superestructura filosófica con centenares de años de mando de las élites dominantes sobre las gentes, poderosas pero no imbatibles. Y la revolución y el pueblo son fuertes, y vencerán.

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