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El Telégrafo

Sobre Laclau, populismo y medios

25 de mayo de 2012

Los días 17 y 18 de mayo se desarrolló en Flacso, ciudad de Quito, el encuentro “Medios, poder y ciudadanía en Sudamérica”. Los gobiernos nacional/populares del subcontinente (técnicamente denominados “populistas”) fueron eje de la ponencia de Ernesto Laclau.

El gran politólogo expresó un desarrollo coherente de por qué lo transformador se impone en estos gobiernos al sostenimiento de la institucionalidad preexistente; y cómo a su vez ellos tienden a nuevas formas de institucionalidad (es decir, que -tal como sucedió con la Constitución ecuatoriana- el momento fundante de una nueva legalidad sirve no solo a superar una previa institucionalidad obsoleta, sino que estipula una nueva institucionalización positiva).

Luego me tocó personalmente referirme al papel de los medios hegemónicos en relación con la política, por vía de una ponencia que denominé “La batalla interminable”. Es difícil sintetizar brevemente lo allí afirmado. Pero diremos lo principal: por una parte, mostrar que los medios pueden cambiar algunas opiniones, pero no las de quienes tienen convicciones y/o informaciones anteriores precisas sobre el tema de que se trate. Los medios no pueden convencer de todo lo que quieren: si no, gobiernos como los de Argentina, Venezuela o Ecuador no podrían subsistir, tras años de inacabables campañas mediáticas monocordes y agresivas.

Y, además, los medios no logran ser actores políticos directos. No pueden ocupar el gobierno o la Asamblea Legislativa, ni pueden dar órdenes a los políticos que para estos resulten pragmáticamente útiles. El caso argentino es elocuente: los medios pretenden obligar a las oposiciones políticas a una unidad mutua que repele a sus tradiciones, identidades y posiciones ideológicas diversificadas.

A menudo esas oposiciones variopintas se han reunido (lo hicieron en el tristemente célebre “Grupo A” en la legislatura nacional), y el resultado ha sido deficitario e incoherente: la derecha y la izquierda no se pueden juntar impunemente en un solo conglomerado, que no pasa de ser apenas un contradictorio y babilónico “antigobierno”.

Mal han hecho los partidos políticos cuando hicieron caso a la pretensión mediática de “ir todos contra el oficialismo”. Hay que ir a elecciones con identidad, con programa propio, con coherencia en ideas y valores. Desde los medios hegemónicos nada de esto se sopesa, simplemente porque operan como actores políticos, pero no lo son ni se los ha autorizado para serlo.

El resultado es el de oposiciones deslucidas, que a menudo parecen más “el partido de los medios” que el resultado de una configuración política autónoma y direccionada. De modo que, en la Argentina, hubo un gobierno que ganó de manera aplastante la última elección presidencial, contra oposiciones que solo habían sabido presentarse como un “club de la queja” contra el actual gobierno.

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