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El Telégrafo

Sobre la identidad andina

21 de diciembre de 2013

La identidad andina no es precisamente aquella que intentaban mostrar los expresidentes ecuatoriano y peruano, Bucaram -de origen libanés- y Fujimori -de origen japonés-, bailando entre los indios peruanos en Vilcashuaman, vestidos con ponchos y prendas indígenas, en enero de 1996. Parecía más una caricatura populista que un esfuerzo por destacar la identidad ancestral indígena.

La identidad andina se refiere a los principios de reciprocidad (solidaridad que ejemplifica la pamba mesa, la minga y el prestamazos), de complementariedad (o dualidad, como la del cuerpo unido al alma, el varón a la mujer, el individuo a su comunidad) y de correspondencia (del todo con las partes) y aquellos principios del Buen Vivir o Sumak Kawsay, del conocimiento (sabiduría) sin el cual no hay vida, la tierra (Pachamama) como madre de todos, la vida considerada sana y colectiva (no solo la preocupación individual de las enfermedades) y el sueño que todos tenemos de alcanzar una sociedad de justicia y libertad.

Para cultivar aquellos principios y el sentido del trabajo comunitario y solidario es menester un diálogo intercultural, en el que se unan los conocimientos occidentales denominados académicos o científicos, con las intuiciones y afectos de la vida cotidiana local comunitaria, rural o urbana.

El sueño o meta señalada requiere un liderazgo intelectual y  una acción que se inicie desde lo esencial.   En este contexto, parece indispensable contribuir con poesía, no solo con ciencia, con más sentimiento, no solo pensamiento. En el campo artístico y literario podría decirse que más con películas y novelas que con ensayos, pues la ciencia que explica debe estar protegida por la realidad que se imagina.   La literatura crece mejor entre la fuerza del amor y la solidaridad, mientras la ciencia suele a veces verse tentada por el dinero y la ganancia.

Los principios ancestrales nos enseñan, entre otras lecciones, cómo mejorar nuestra nutrición con los alimentos naturales, y la sexualidad sin las concepciones del pecado, y la libertad sin las tentaciones del consumismo desenfrenado, y la vida solidaria con los otros y la naturaleza. El pensamiento es útil en la medida que es sabiduría, no solo en la medida que es conocimiento, es decir, cuando está hermanado con los mejores afectos. La sabiduría es lo crucial, no cualquier conocimiento. Parece conveniente volver los ojos a los auténticos valores ancestrales andinos, con respeto y afecto.

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