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El Telégrafo

Siria: el mismo libreto

31 de agosto de 2013

Desde la voladura del Maine en la bahía de La Habana, pasando por la provocación en el golfo de Tonkin en Vietnam y la denuncia de la existencia de armas de destrucción masiva en Irak, las provocaciones han justificado la intervención armada de Estados Unidos para salvar “la democracia y los valores de Occidente”.

Los medios de comunicación han jugado un rol fundamental al preparar a la opinión pública con las supuestas denuncias que, años o décadas más tarde, se comprueba que eran falsas y que fueron creadas por sus organismos de inteligencia.

Ahora se trata de Siria. La oposición armada, que cuenta con el envío de armas sofisticadas y la ayuda de mercenarios, en una guerra que ya cuesta miles de muertos,  ha sido incapaz de resquebrajar la voluntad de la mayoría de los habitantes de ese país.

Parece que, sin el aval de la ONU, el ataque se producirá. El petróleo y la crisis económica juegan un activo papelLa sucesión de derrotas en el último tiempo ha apresurado la decisión de gobiernos europeos, como los del Reino Unido y Francia que, junto a Estados Unidos, han decidido  atacar el país, a fin de lograr lo que no han podido conseguir  los grupos que desataron la insurrección. El pretexto: el presunto uso de armas químicas por parte del Gobierno, con graves pérdidas humanas.

Assad y su equipo  han autorizado desde hace meses la visita de delegaciones de la ONU y, “casualmente”, la matanza ha coincidido con la llegada de la misión del máximo organismo mundial, cuyo Secretario General ha pedido que las potencias se abstengan de intervenir hasta no tener un resultado claro de los orígenes de la tragedia, coincidiendo con múltiples voces que, a lo largo del planeta, protestan ante un nuevo foco bélico, que tendría impredecibles consecuencias. La verdadera razón es que el gobernante sirio no es obediente a los criterios de Washington y sus aliados.

Parece que, sin el aval de la ONU, el ataque se producirá. El petróleo y la crisis económica juegan un activo papel. Por experiencia, los gobernantes de esas potencias saben que la guerra soluciona muchos de sus problemas: aumenta la demanda de vituallas para las fuerzas armadas y con ello se incrementa su producción, igual que la del complejo bélico industrial que se libera de sus costosos activos y disminuye el desempleo, con lo cual aumentan de manera muy significativa las ganancias de las transnacionales del sector y de sus cuadros dirigentes, que lo son también de los gobiernos que intervienen.

Nada puede justificar una guerra. Todos debemos luchar por una solución pacífica y un nuevo orden mundial.

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