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El Telégrafo

Siria

31 de enero de 2012

Siria lleva más de diez meses desangrándose. En las últimas horas la violencia se ha agudizado en los alrededores de la capital, alcanzando unos niveles que no se habían visto desde el inicio de las revueltas.

El régimen se debilita y las revueltas se acercan a Damasco. La inflexibilidad del régimen y la negativa de la oposición a dialogar han hecho que las dos partes solo acepten el lenguaje de la violencia. La oposición cuenta para ello con el apoyo incondicional de Occidente y de gran parte de los países árabes suníes que ven en el régimen de Bashar al Asad un peligro para su política en la región.

No se perdona la alianza de Siria con Irán, a la que se han visto abocados los dos países debido al aislamiento internacional. No la perdona un presidente Obama que ha sido incapaz de impulsar una política coherente con la de sus brillantes discursos acerca de Oriente Próximo, y que se ha apuntado a las revoluciones sin detenerse un momento a considerar lo que puede venir después.

Tampoco la ha aceptado Israel, que se frota las manos con fruición mientras espera la caída de Asad y un mayor aislamiento de Irán y Hizbola, mientras sigue construyendo en los territorios ocupados a destajo. Pero tampoco la han aceptado los países suníes reaccionarios de la península arábiga. Y por supuesto la UE.

Israel está jugando sus cartas con habilidad y ha conseguido que Estados Unidos y Europa se impliquen de su lado, no solo en el caso de Siria, sino también en el de Irán. Los israelíes solo tienen que hacer una indicación para que Estados Unidos y Europa se lancen a perseguir a Irán y Siria. Esta no es la mejor manera de estabilizar Oriente Próximo y de contribuir a la paz en la región.ç

* Tomado de El Público.es

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