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El Telégrafo

Sin Chávez

28 de marzo de 2013

La hermana República Bolivariana de Venezuela está lanzada a una jornada decisiva en la historia de su joven Revolución: salvarla el 14 de abril mediante el triunfo electoral de Nicolás Maduro, candidato presidencial seleccionado por el  Comandante Hugo Chávez, como lo diera a conocer al mundo el 8 de diciembre pasado en su último viaje a Cuba, en previsión sin duda de su cercano final.

Llorado intensamente por las multitudes desgarradas de dolor por su desaparición, el líder ratificó hasta el último su fe revolucionaria y la seguridad de que su patria continuaría con firmeza en el camino emprendido años atrás, y confirmado masivamente en las urnas y en el rescate del rol del conductor y de su propia humanidad durante el sangriento pero fallido golpe de Estado del 2002.

Desde luego, estas elecciones, sin Chávez, se tornan más difíciles, pues su muerte alentó y alimentó a las aves carroñeras del Imperio y de la oligarquía venezolana, seriamente golpeadas pero vivas y poderosas. Allí están unidas la antipatria y la contrarrevolución en torno a la figura deleznable de Henrique Capriles, cuya previsible derrota electoral no significará resignación de los vencidos ni paz para Venezuela. Él mismo ha dejado ver lo que vendrá cuando califica brutalmente a Maduro como “pura paja”. Claro, esta oposición amenazante produce, como efecto saludable, una mayor unificación de los revolucionarios y sus mandos, que saben perfectamente que el vacío dejado por el Comandante sólo puede ser llenado con una fuerte dirección colectiva, que no dé lugar a resquebrajamientos de ninguna clase.

Nicolás Maduro está apercibido de la situación y, además, del crecimiento desbordante de problemas como la inseguridad y la delincuencia, que son fenómenos universales, alimentados por la globalización de las mafias y el neoliberalismo, a parejas del tsunami cultural originado en el Imperio y en los antros de las burguesías locales. Ese tsunami cultural que se expresa en el consumismo galopante (ropa de marca, auto del año, sexismo, lujo, comida chatarra), en el individualismo destructivo y el espíritu de la competencia malsana, aupados por una publicidad avasalladora y por la fiebre mediática incontrolada.

Justamente, Maduro acaba de pronunciarse resueltamente a favor de combatir este problema por todos los medios, en una batalla que sólo será posible ganarla levantando fuertes muros revolucionarios para contener el tsunami cultural. Y esto incorporando en masa a la juventud y a la niñez a través de la educación, el arte y el deporte. Sin Chávez, el chavismo debe multiplicarse en la creatividad, la decisión y las acciones.

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