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El Telégrafo

“Simón el Bobito”

14 de septiembre de 2012

“A Simón el Bobito le gusta el pescado
Y quiere volverse también pescador.
Pasa las horas sentado, sentado
pescando en el balde de doña Leonor” (Rafael Pombo Rebolledo)

Las remembranzas de la niñez surgidas de esos misteriosos mecanismos sicológicos que son los recuerdos, aquellos momentos felices de los primeros años de vida, que permiten la evasión de la realidad contingente, de los claros destinos de la cotidianidad, y dan paso a los espacios, los tiempos los episodios de infancia en la luz y sombra de las evocaciones del pasado lejano.

Los personajes de fábula afloran en su más acabada dimensión, contados por las abuelas sabias y cariñosas de siempre, generando en las almas de los párvulos los valores contrarios a la maldad, la tontería y el desenfado
“Simón el Bobito” forma parte del libro “Cuentos morales para niños formales”, de la pluma del colombiano  Rafael Pombo Rebolledo -poeta coronado e impulsor del romanticismo del siglo XIX junto a Rubén Darío-. Es precisamente uno de esos poemas infantiles que retrata la ingenuidad llevada a los extremos de la idiocia, de un preadolescente  que vive el drama de sus limitaciones, que rebasa la frontera de lo mágico y con actuaciones casi frenéticas realiza  críticas y trata de engañar a quienes lo rodean.

En perspectiva, el cuento infantil que mencionamos proyecta  francas y reconocidas similitudes con sujetos políticos de la esmirriada oposición partidista ecuatoriana, que aunque adultos asumen las posiciones de contrapunto y de réplica torpe y pintoresca, y que con esas existencias agobiantes transforman sus acciones en hechos anecdóticos y risibles, y a ellos en genuinos reyes de burlas.

Últimamente en el marco de la Asamblea Nacional y de ciertos medios de difusión flotan varios semejantes a Simón el Bobito, entre ellos podríamos destacar a un legislador quiteño que, con andanzas galantes en una Facultad de Ciencias Sociales, aterrizó en la socialdemocracia, dividiéndola y subdividiéndola y ubicándola al servicio de la derecha y que regularmente aparece denunciando todo, presuntas irregularidades funcionarias, conjeturas de peculado de toda laya; en el Seguro Social, en las comisiones ciudadanas de selección, en la Corte de Justicia. Con la mirada en blanco, musita discursos cursilones, ensayados previamente frente al espejo, pero no logra nada, ni siquiera conclusiones semánticas, más bien sus admoniciones se asemejan a las confesiones que acomodan algunos abogados, sus investigaciones no llegan a ninguna certeza.

Como la imaginación -deidad fascinadora y sin memoria- es ilimitada, hay un sesudo asambleísta que quiso ver  “volar  un burro” ante la luz sedicente de un crepúsculo y sin palabras porque ese prodigio no se realizó, busca “rozar” la querida tierra manabita con un machete romo. Y desea montar en un burro que hay en el mercado; y a cazar venados alegre partir; volar por las calles sin ver un venado: rodar por las piedras y el asno se huyó.

Finalmente, con parecida importancia, aunque impetuoso, un columnista de revista, que escribe con animosidad bizarra, expresión de su metamorfosis  ideológica, quiere asumir la rectoría para adicionarse a Simón el Bobito. Su trayectoria, a más de audaz, es divertida; implícitamente quisiera convencer a unos cuantos que Maquiavelo y madame Roland son un mismo ser y que el cambio con este Gobierno es una falacia, y que al presidente Correa, si  no se va, hay que tumbarlo. Y pensar que son los que piden el voto democrático y defienden la libertad de prensa.

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