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El Telégrafo

Signos de identidad

12 de diciembre de 2013

La identidad es un conjunto de rasgos particulares que caracterizan a una persona o un pueblo, que le dan singularidad y que lo diferencian de otros.

En el ámbito de la cultura, definimos a la identidad cultural como la suma de valores, signos, símbolos, tradiciones, modos de pensar y hábitos colectivos que cohesionan a un grupo social, que fortalecen y animan a una colectividad y que dan a cada uno de sus miembros una fuerza raigal y un sentido de pertenencia.

Estas reflexiones vienen a mí a propósito del reciente lanzamiento del libro Cantando como yo canto, cuyo compilador ha sido el culturólogo Adrián de la Torre Pérez, que ha contado con el respaldo del editor William Guncay y un grupo de destacados músicos dirigidos por Paco Godoy. La obra ha sido publicada por la Municipalidad de Quito.

En esencia, se trata de una edición ampliada del Álbum de Música Típica Ecuatoriana, uno de los dos que organizó para su uso el gran cantante y compositor imbabureño Gonzalo Benítez, integrante del afamado dueto Benítez y Valencia. Ese álbum fue producto de una larga tarea investigativa y reunió las letras de numerosas canciones populares, identificando en cada caso a autores y compositores.

Eran las canciones que don Gonzalo recogió con amor y que solía interpretar en compañía de Luis Alberto Valencia: albazos, alzas, aires típicos, bambucos, canciones andinas, capishcas, chilenas, danzantes, fox-incaicos, pasacalles, sanjuanes y sanjuanitos, tonadas, yumbos, yaravíes y zambas. El otro álbum, que aún no ha sido encontrado, recogía los pasillos y valses que interpretaban los añorados ‘Potolos’.

Ahora, los editores de esta obra la han enriquecido, agregándole al cancionero original las partituras de las canciones, un índice onomástico y una selecta colección de fotografías de la época.

En este libro están esas canciones que modelaron la identidad ecuatoriana en el siglo XX, que encantaron a nuestros abuelos y a nuestros padres y que nos encantan todavía a nosotros mismos, pues las reconocemos como expresiones sensibles de nuestro ser colectivo, de eso que comúnmente llamamos el ‘alma nacional’.

Pero esta publicación es el anuncio de un logro mayor, constituido por la nueva Escuela Quiteña de la Música Popular, creada por la Municipalidad de Quito para conservar el patrimonio sonoro y cultivar las habilidades artísticas en el Distrito Metropolitano. Una escuela que cuenta ya con una edificación habilitada para ella en la quiteñísima Calle de la Ronda y, sobre todo, con un equipo de maestros y artistas de primerísima calidad, que garantiza su éxito.

Hay que agradecer por esto a la Municipalidad de Quito, al alcalde Augusto Barrera y a la gran animadora de esta obra, que ha sido la concejala Luisa Maldonado.

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