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El Telégrafo

Sí Gabriela, sin duda: que la tortilla se vuelva

13 de octubre de 2013

Estimada Gabriela, he visto  con no poca vergüenza cómo se han ofendido algunos ecuatorianos con tu cita del estribillo de una canción  himno para la izquierda del mundo. No recuerdo a ninguno de ellos ofenderse porque los pobres no coman pan y unos cuantos ricos sufran de obesidad y derrochen arrogancia con su consumo inconmensurable o que sus compras en Miami sean la causa de su endeudamiento compulsivo.

Con lo que has dicho tienes ahora el privilegio de entrar en la lista de los Impresentables, la elaborada por Felipe Burbano de Lara, donde cabemos  quienes somos no presentables en la sociedad burguesa, pelucona y muy bien perfumada del Ecuador. Allí solo entran las mujeres y hombres de las portadas de las revistas banales y de las “páginas sociales” y quienes supuestamente hablan muy bien el inglés y dicen como suya y muy castiza la palabra “shit” y nunca se sonrojan.

Esos que te critican ahora difícilmente habrán leído esto, quizá porque sus lecturas no pasan de las portadas de esas revistas: “La obscenidad, método literario que ha tenido en todo tiempo sus adeptos, es una técnica de choque que puede servir cuando se trata de forzar a un público mojigato o hastiado a mirar de frente aquello que no quiere ver o que, por exceso de costumbre, ya no ve”.

La vieja bella de la Yourcenar no lo pudo decir mejor. El estribillo de la canción de los Quilapayún también hace uso musical y poético de esa recomendación de la Yourcernar para poder expresar con obscenidad lo que es un dolor y una rabia ante la injusticia: “Cuándo querrá el Dios del cielo/que la tortilla se vuelva/que los pobres coman pan/y los ricos mierda, mierda”.

Claro, el exceso de costumbre de ver a pobres sin un pan y a sus allegados botándolo todos los días para hacer dieta les impide conmoverse con la realidad de la que son de algún modo responsables y solo pueden ofenderse con la sola imagen del sustantivo que lo identifica.

Lo que dice la canción  no está en debate para los perfumados del Ecuador: transformar la realidad para que no existan más pobres y para construir una justicia social e histórica, para siempre.
Posiblemente ellos no oían la canción y si lo hacían sentían vergüenza de que muchos la cantábamos pensándola como una herramienta también de lucha e inspiración política, sin ningún recelo moral por la palabra utilizada. ¿Habrían sentido alguna conmoción si Quilapayún ponía  shit y no mierda?

Gabriela: la oposición política y mediática te han  linchado con esto. Como es su costumbre: quien rompe con el formalismo recibe el peso del moralismo curuchupesco implacable. Aseguran los más modositos que el enojo no es por la palabra sino porque cómo van a comer mierda los ricos si ellos quieren una sociedad igualitaria y no es posible que los ricos coman lo de los pobres. No entienden de metáforas ni símiles. Imagínate vos (¿ahora se ofenderán porque no te digo: imagínate tú?) cómo hemos vivido todos estos años pensando si lo que decimos puede ser motivo de enojo de unas élites que jamás entendieron a los indios cuando gritaban ¡Viva Alfaro Carajo!

Incluso, en tu condición de mujer, los perfumados se sienten agredidos  porque una “dama” no puede expresarse así, aunque esas peliteñidas que ahora escriben de vos insulten a sus empleados, sirvientas y choferes sin ninguna conmiseración y con el peor lenguaje cuando no cumplen con sus caprichos y necesidades mundanas. Por eso mismo, estimada Gabriela, repitamos y cantemos: “Cuando querrá el Dios del cielo que la tortilla se vuelva...”.

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