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El Telégrafo
Víctor Mendoza Andrade

Sergio Román, un guiño a la nostalgia

10 de junio de 2014

La publicación de la Casa de la Cultura (Núcleo del Guayas) 24 rosas de papel, de Sergio Román Armendáriz, es un homenaje nostálgico, de una época rescatando el tiempo perdido (Proust) como una huella de nuestra identidad que persiste.

Sergio es un investigador permanente de la belleza del lenguaje castellano y su buen uso. En 2008 fue nombrado Profesor Emérito de la Escuela de Ciencias de la Comunicación, Facultad de Ciencias Sociales, de la Universidad de Costa Rica.

Nos conocimos en la vieja sede de la Universidad de Guayaquil, donde estudiaba Derecho, y las facultades de Ingeniería Civil, de Leyes y de Agronomía eran vecinas. Fueron las ultimas en salir de la ilustre Casona de la calle Eloy Alfaro.

Sergio formó parte del Club 7 de poesía. Practicaba también el periodismo y radioteatro. Políticamente mantuvo un valeroso programa de apoyo a la Revolución Cubana con extraordinario compromiso. Por los eventos frustrados de una tentativa guerrillera, el ‘Toachi’ fue apresado, y cuando nadie sabía de su destino, para mí fue una sorpresa. Un sacerdote salesiano nos informó dónde estaba. No había duda: los comunistas sabían con quién rezaban.

Para mí, los 60 fueron mágicos. La Revolución Cubana estaba joven, con personajes legendarios, como el ‘Che’ y Camilo Cienfuegos; ingenuamente creíamos que el paradigma éramos nosotros, que solo nos faltaba hacer bien las tareas.

En la correteada década del 60 fui a parar a Costa Rica. Sergio estaba afincado allá casado con Nydia, una política talentosa. Fue Sergio quien me acompañó a visitar formalmente a la familia de Marta. Tomó la palabra desde que llegamos sin relevo hasta que salimos a la tarde. Yo no sé si fui aprobado, pero lo cierto es que me casé con Marta.

Marta ya no está, y los recuerdos se nos escapan por los orificios que el tiempo taladra en el cerebro sin poder eliminar a gente irreemplazable. Felizmente Román tiene la magia para volverlos presentes con sus palabras:         

“El presagio que usa el atardecer sobre el estero / y las impolutas conferencias de Derecho Romano en el Salón Azul de la Casona / y la espuma de los altísimos vasos de cerveza tipo shop en el Bar del Búho / y las broncas en el barrio de Boyacá y Diez de Agosto / y el potro magnífico y desbocado de la juventud de oro / y los versos del Club 7 /…”. Y poemas como el dedicado a Ileana:

“Hermana: / vamos al mar para pedirle / un pez, un sueño limpio: / a nosotros nos basta un sueño limpio, un pez… / Tú ves que es casi nada. Vamos al mar, /hermana”.

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