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El Telégrafo
Lucrecia Maldonado

Ser lo que se es

02 de julio de 2014

Han pasado muchos años desde que un poeta español recién salido de la adolescencia escribiera unos doloridos versos que rezaban: “Mi corazón está aquí, Dios mío, hunde tu cetro en él, Señor. Es un membrillo demasiado otoñal y está podrido. Arranca los esqueletos de los gavilanes líricos que tanto, tanto lo hirieron, y si acaso tienes pico móndale su corteza de hastío”. Versos que quien conozca algunos datos biográficos del gran escritor puede comprender fácilmente. En una sociedad tradicional y patriarcal, la vivencia de su homosexualidad no era fácil, al punto de haberla negado durante los primeros años de su vida y de su juventud.

Cuando fue fusilado por militares falangistas en 1936, una de las principales excusas para haberlo hecho fue que se trataba de un poeta ‘socialista y maricón’, con bastante más énfasis en la segunda característica.
El ser humano teme a lo diferente, y se cree con derecho a establecer desde cualquier concepto, llámese religión, moral o legalidad, lo que es mejor o peor, lo que es censurable o lo que es correcto. Como suele suceder, cada persona o cada grupo tiene excelentes y muy plausibles razones para defender lo que defiende, para atacar lo que ataca e incluso para fusilar a un poeta o a mil sin mayor trámite. Si bien las personas de una orientación sexual diferente a la canónica han sufrido vejaciones, exclusión y castigos desde lo más sencillo a lo más violento y cruel, hoy, que en nuestro medio algo de esa segregación va siendo superado, también se observa, al menos en ciertos discursos, una leve y casi imperceptible tendencia a estigmatizar la heterosexualidad o al menos su normativa de siglos, que ha llevado a un determinado modo de vida.

En días pasados se celebró en muchas ciudades del mundo, entre ellas Quito, el ‘Día del Orgullo GLBTI’. El origen, como el de muchas fiestas y efemérides, comienza en incidentes violentos ocasionados por la legislación al uso en los Estados Unidos de mediados del siglo anterior. Para muchas mentalidades, de una y otra parte, parece increíble esta celebración. Sin embargo, solamente ayuda a visibilizar lo que en la humanidad ha existido desde siempre: una diversidad que nace desde la compleja naturaleza de las personas. Ojalá que, más allá de marchas y manifestaciones, los seres humanos aprendamos por fin a aceptar integrar las cambiantes características de una especie que quizá se encuentra todavía en construcción y desarrollo, y a comprender que la diversidad enriquece, no estigmatiza.

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